La corrupción raras veces comienza por el pueblo
Montesquieu (1689-1755) Filósofo francés
El gobierno del estado decidió desprenderse del manejo de su sistema de salud pública, para entregarlo al IMSS Bienestar. En cualquier otro momento la medida habría tenido que ser considerada como razonable y acertada: siempre, se supone, la Federación contará con más recursos y capacidades que los estados para hacer frente a tareas como la seguridad social.
Bueno, casi siempre, no en este momento. A ver: con altibajos, pero el sistema de salud atendido hasta ahora por el gobierno michoacano no es tan deficiente. El Hospital de La Mujer, por ejemplo, opera en términos generales de manera aceptable. Lo mismo la unidad para pacientes con cáncer y el Hospital Infantil. Mención aparte es el caso del Civil, que francamente sí es paupérrimo en su funcionamiento. En la medianía andan la mayor parte de las clínicas del interior del estado. No son para nada un dechado de eficacia y calidad, pero tampoco desechables del todo.
El problema es que pasarán a manos del IMSS, y el IMSS es un monumento a la ineficacia, es la antítesis de la calidad en salud. Si siempre ha sido un calvario para la derechohabiencia, hoy vive sus momentos más negros, más trágicos, en los que la corrupción y la improvisación se han enseñoreado de la institución. Las farmacias desabastecidas de medicamentos, los laboratorios sin equipos suficientes, la falta patética de camas, los consultorios atestados de pacientes, los enfermos que mueren porque su intervención quirúrgica fue programada un año después de cuando la requerían, son el rostro del IMSS, no de ahora, cierto, pero sí acentuado en la era 4T.
Bueno, pues ese elefante reumático que es el IMSS se hará cargo, a partir de ahora, de los servicios de Salud michoacanos. Si el instituto no puede con su población derechohabiente, ¿por qué suponer que sí lo hará con los tres millones de michoacanos que, en teoría, ahora deberá atender adicionalmente? Iluso suponerlo.
Una cosa sí ganará el gobierno del estado con esa descentralización: dejará de ser el patrón de los trabajadores de una decena de sindicatos, y con ello se le acabará un dolor continuo de cabeza, pero no más, no hay otro beneficio, no por lo menos para la población que requiera de atención médica y no forme parte institucional del IMSS ni del ISSSTE, la población abierta, como se le conoce. Me parece que el gobierno estatal debió agotar las posibilidades de seguir administrando su propio sistema de salud, inyectándole más recursos, pero no deshacerse de él. Al menos no con el actual gobierno federal, un desastre en todo, pero especialmente en la atención a la salud. Es altamente probable que la población sin cobertura institucional, que es la que históricamente atendió el régimen estatal, haya salido de Guatemala para entrar a Guatepeor. Si no, al tiempo.
Y a la pesadilla ya sólo le quedan 609 días.
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