No se mide el éxito de un hombre por lo alto que llega, sino por lo alto que rebota cuando toca fondo
George S. Patton (1885-1945) Militar norteamericano
Al margen de que se conozca, si es que se llega a conocer, qué hay detrás del secuestro de Omar Plancarte, candidato del Partido Verde Ecologista a la Alcaldía de Uruapan, es decir, si tiene que ver con sus actividades político-electorales, con las de corte empresarial o con las de tipo estrictamente personal, lo cierto es que el evento se inscribe en el tortuoso escenario lleno de violencia en que se han convertido estas elecciones intermedias en el país entero.
Es claro que el proceso electoral se ha caracterizado por la injerencia presidencial, por la polarización de los pro y los anti Amlo, pero también por la creciente intervención del crimen organizado, poniendo y quitando candidatos, sobre todo a alcaldes, algunas veces con amagos a los contrincantes de los aspirantes “palomeados” y otras más de plano agrediéndolos e incluso asesinándolos.
Y el hecho de que la mayor parte de los ataques se enderecen contra candidatos a presidir alcaldías, tiene una explicación: a los cárteles regionales lo que más les interesa es tener el control de los ayuntamientos, particularmente de las áreas de Seguridad, de Tesorería y de Obra Pública, porque eso les garantiza seguridad para conocer con toda anticipación operativos estatales o federales –por cierto, cada vez más escasos-, en su contra, y desde luego la posibilidad de blanquear dinero sucio a través de la ejecución de obra y servicios públicos.
A ello hay que añadir que por razones fáciles de entender, meter en cintura a un presidente municipal es mucho más fácil que hacerlo con un gobernador, y prácticamente no tiene ningún sentido someter a diputados, sean locales o federales, porque éstos lo “único” que hacen son leyes, que a los delincuentes les tienen sin el menor cuidado.
Y si los alcaldes son frágiles y fáciles de someter por el crimen organizado, antes, como candidatos, mucho más. El escenario de una nula política pública que vaya contra los criminales, propicia un campo absolutamente viable para que éstos tengan en un puño a los candidatos y luego a los ediles, con las consecuencias de altísimo peligro que ello significa en términos de gobernabilidad.
Omar Plancarte es buscado desde el martes en un intenso operativo policiaco, de corte estatal y federal, y hasta la hora de redactar este texto, las ocho de la noche del miércoles, no se tenían noticias positivas. Es de esperarse que sea encontrado con bien, pero de cualquier manera ya el lamentable episodio tensó al máximo el escenario de fin de campañas electorales en Michoacán. Urge que concluyan y que cese la presión abierta, descarada, de la criminalidad en contra de buena parte de los aspirantes a alcaldes. Lamentablemente, la injerencia de los cárteles no terminará el seis de junio. Acaso apenas comenzará cuando los nuevos alcaldes tomen posesión. De terror a lo que hemos llegado.
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