Nadie instaura una dictadura para salvaguardar una revolución, sino que la revolución se hace para instaurar una dictadura
George Orwell (1903-1950) Periodista británico
Tengo a Manuel Antúnez Oviedo como un político serio, mesurado, no proclive a los exabruptos, pero este jueves jugó una apuesta de altísimo riesgo: acusó al diputado de Movimiento Ciudadano, Javier Paredes, de corrupto.
En entrevista banquetera, Antúnez, delegado de la dirigencia nacional del propio Movimiento Ciudadano, aseveró que Paredes no sólo no cumplió el acuerdo partidista de votar en contra de la designación de Adrián López Solís como Fiscal General del Estado, sino que vendió su voto a favor de éste.
Dijo Antúnez estar al tanto de cómo los diputados locales venden su voto. Él fue legislador hace apenas un par de legislaturas.
A su vez, en entrevista por separado con este reportero, Paredes rechazó la acusación de Antúnez, a la que la explicó por las diferencias políticas que entre ellos hay al interior de Movimiento Ciudadano. Negó que haya habido una decisión cupular de votar en contra de López Solís, luego afirmó que lo hizo por Saúl Aguirre, otro de los integrantes de la terna que hace dos domingos votó el Congreso del Estado, y rechazó tajante que haya recibido dinero por el sentido de su voto.
De que es posible que un diputado venda su voto, por supuesto que así es. No sería la primera ni la última vez que ello hubiera sucedido, pero a menos que Antúnez tenga una prueba contundente en ese sentido, su acusación es temeraria. Paredes afirma que valora en este momento si presenta una demanda en contra de Antúnez por lo que él asegura es una calumnia.
Pues si es una calumnia, el diputado no tiene opción: debe demandar a Antúnez. No hacerlo implicaría fortalecer la idea de que la acusación de éste no es ninguna mentira. Nadie que no lo sea, puede aceptar que le llamen corrupto, y la única forma de probar su inocencia es demandando al acusador, no negándolo en declaraciones ante medios de comunicación.
Así, Antúnez está en la disyuntiva de convertirse en un dirigente partidista valiente, que acusa con dedo flamígero los actos de corrupción de su partido y de sus correligionarios, o bien, el otro lado de la moneda, de convertirse en un acusador irresponsable y ligero.
En todo caso, la palabra la tiene el diputado Paredes. El solo hecho de interponer una demanda contra Antúnez habrá definido que éste es boquiflojo y deberá pagar consecuencias. No demandar le dará la razón al acusador. La dignidad de Paredes está en juego. Veremos qué tanto le interesa mantenerla limpia.