La política es el arte de disfrazar de interés general el interés personal
Edmond Thiaudiere (1837-1930) Escritor francés
En un país que claramente va rumbo al precipicio, es materialmente imposible encontrar garbanzos de a libra en cuanto a la actuación de su gobierno. Es el caso mexicano.
Al cumplir justo dos años en el poder, Andrés Manuel López Obrador entrega cuentas por completo deficitarias, sólo números rojos. En el rubro que se analice, sólo retrocesos brotan: en ochenta años, México jamás enfrentó una caída de la economía como este año, ubicada en al menos 10 por ciento de su PIB; la inseguridad, talón de Aquiles histórico del país ciertamente, este año alcanzó niveles sin precedentes, cristalizado en el récord del número de muertes violentas, en el aumento de la extorsión y el cobro de piso y en la no detención de un solo capo; la corrupción, cuya lucha enarboló como estandarte López Obrador por veinte años, está tanto o más desbordada que nunca, comenzando por el círculo político y hasta familiar más cercano al presidente; los medios de comunicación, vilipendiados como nunca también; los contrapesos al poder ejecutivo, tanto el Judicial como el Legislativo, así como los órganos autónomos, camino a la desaparición; la pobreza parece galopar sin freno hasta niveles impensables; la inversión privada, nacional y extranjera, reducida a su mínima expresión y, por ende, la creación de empleos por igual; y de la obra pública ni hablar, nada absolutamente que registrar, salvo los elefantes blancos del Tren Maya, Dos Bocas y Santa Lucía; la salud, por los suelos y para muestra un par de botones: jamás había faltado, como este año, vacuna contra la influenza, y jamás habían muerto tantos niños por no haber medicamentos contra el cáncer.
Y la joya de la corona: la pandemia ha provocado más de ciento cinco mil muertos, oficialmente. Cierto, no son por entero atribuibles a la ineficacia del gobierno, pero está claro que si éste hubiera actuado con la responsabilidad y sensibilidad necesarias, ese número sería mucho menor. El hubiera no existe, pero basta comparar a México con otros países cuyos gobiernos sí tomaron con seriedad el fenómeno, para ver los resultados.
En el otro lado de la balanza, acaso habría que poner los apoyos económicos a las personas de la tercera edad, y nada más. Ni con lupa de encuentran más logros, ni la austeridad que tanto es cantaleta cuatroteísta, empezando porque vivir en un palacio no es precisamente acto de sencillez.
¿Puede esperarse un cambio en López Obrador? De fondo, nada, porque él está convencido de que va bien, en una evidencia de una inestabilidad emocional altamente preocupante. Y si va requetebién, ¿para qué cambiar?
Ni hablar, la pesadilla apenas llegó a su primer tercio. Pero falta menos.
twitter@jaimelopezmtz jaimelopezmartinez@hotmail.com