La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas
Albert Camus (1913-1960) Escritor francés
De que son delincuentes en toda la extensión de la palabra, no hay ninguna duda. Roban, secuestran un día sí y otro también, y eso los convierte desde luego en delincuentes.
Pero a esa “actividad” ilícita hay que añadirle la extorsión, lo que los convierte en auténticos integrantes del crimen organizado, sin que tengan que envidiarles mucho a los cárteles en cuanto a organización y eficacia en sus acciones delincuenciales.
Son de sobra conocidas sus actividades “originales”, el secuestro de camiones, tanto de pasajeros como de carga y de productos comestibles, incluyendo el secuestro de los propios conductores de esos vehículos. Es de dominio público que desvalijan las unidades y que les roban todo cuanto pueda ser robado, incluyendo los productos comestibles cuando es el caso.
Y por si fuera poco, el presidente de Canacintra, Abelardo Pérez Estrada, denuncia que los propietarios de los camiones robados reciben llamadas de los delincuentes para advertirles que deben pagar entre 150 y 300 mil pesos si quieren recuperar su unidad, así ésta haya ya sido desvalijada y sea el puro cascarón.
Hablo, como es fácil suponer, de los normalistas de Tiripetío.
¿Y qué les falta para ser considerados un cártel? Pues francamente nada. Lo son en toda la extensión de la palabra, con la diferencia de que el gobierno no los considera así, al contrario, se refiere a ellos como “estudiantes”, y como tales, les justifica cuanto ilícito cometen. Actúan en la más completa impunidad, y por eso, por el apoyo gubernamental, puede incluso decirse que llevan ventaja sobre los cárteles tradicionales.
Si roban, si secuestran, si extorsionan, pues se trata de un cártel más del crimen organizado, ¿o no?
Y así como los cárteles tradicionales están hoy de plácemes en la 4T, los normalistas de Tiripetío y su cártel gozan también de venturoso escenario al frente, cobijados por el gobierno federal. Ambos tipos de cárteles están en el mundo ideal, con un gobierno que les tolera y les alienta, que les ofrece impunidad y que en el caso de los segundos, hasta gente de bien los considera, los beca y los mantiene.
Es absolutamente el mundo al revés.
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