La dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer. La democracia se presenta desnuda porque ha de convencer
Antonio Gala (1930-?) Escritor español
El Instituto Nacional Electoral cumplió ese domingo treinta años de vida. Originalmente con el nombre Federal, en lugar de Nacional, el organismo ha venido cumpliendo una, en general, exitosa tarea de ser garante de elecciones apegadas a derecho. Con más luces que sombras, es hoy una entidad a la que el presidente López Obrador le ha puesto la mirada encima, en esa embestida que ha echado a andar en contra de todo contrapeso a su brutal concentración de poder y a todo lo que huela a autonomía e independencia, que tanto escozor le causan.
En sus treinta años, me parece que el INE tiene básicamente un hueco que llenar: el de la austeridad. En efecto, al amparo de su autonomía, el instituto se ha despachado con la cuchara grande a la hora de la fijación de tabuladores salariales para su personal, pero más concretamente para sus altos mandos. En especial el sueldo que se auto asignan los consejeros electoral, es realmente ofensivo en un país como México.
De fondo, no le encontraría yo otras debilidades al organismo, más allá de algunos deslices en el manejo de recursos en ciertas circunstancias que, me parece, no alcanzan a hacer mella en su credibilidad. Pero siendo uno su gran problema, el señalado de los súper sueldos de sus mandos medios y altos, es suficiente para dar pie a la embestida de la 4T, dado que es perfecta justificación para emprenderla en su contra.
Por eso, queda claro que el INE puede ayudarse mucho a sí mismo, emprendiendo una reducción notable de las percepciones salariales de su personal de élite, para cerrar la puerta a los señalamientos del presidente, que en ese sentido son justificados, pero que él emplea como pretexto para echarle la caballería encima.
El INE no puede confiarse: por más posicionado que esté como árbitro eficaz en la democracia mexicana, su viabilidad sin duda está en riesgo en la 4T, porque al presidente López Obrador lo que menos le interesa es una entidad que le fiscalice nada y, peor aún, que no se preste a amaños electorales. So pretexto de lo mucho que cuesta, el presidente sigue trayendo al instituto entre ceja y ceja, y a la primera oportunidad, sin duda buscará darle la estocada final.
Las elecciones del 21 serán la clave: si le son favorables a Morena, el INE respirará. Caso contrario, tendrá contados sus días. Ni modo, así son las cosas en una dictadura. Hagámonos a la idea. Al tiempo.
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