No mido el éxito de un hombre por lo alto que llega, sino por lo alto que rebota cuando toca fondo
George S. Patton (1885-1945) Militar norteamericano
El presidente López Obrador no puede disimular su carácter autócrata, su visión imperial del gobierno: esta semana dio una especie de banderazo por la sucesión presidencial, al afirmar en una de las mañaneras, primero, que en 2024 se retirará por completo de la vida pública, y advertir, luego, que ya tiene a su relevo.
“Con todo respeto y cariño, no voy a estar recibiendo a nadie que tenga que ver con la política, (ya no) voy a meterme en nada…estoy muy contento porque hay relevo, es de la generación que sigue, no sé si me explico”, dijo.
Imposible no reparar en el talante dictatorial de López Obrador: “ya hay relevo”. ¿Cómo que ya hay relevo?, ¿que no debe haber antes una elecciones para definir quién será el próximo presidente? Puede tener definido desde ahora quién va a contender por la Presidencia de parte de Morena, su partido, pero es muy diferente a suponer que ya tiene a su relevo.
En el fondo, al presidente le traiciona el subconsciente: al estilo de un imperio, él se supone capaz de decidir a su sucesor. Ni en los mejores tiempos del priísmo los presidentes se atrevían a advertir que ya tenían listo a su sucesor. Al menos le tapaban el ojo al macho y disimulaban con una barnizada de democracia, dejando que los sectores de su partido “destaparan” al “bueno”. Un “bueno” ciertamente designado por el dedo presidencial.
Pero ya hablar de que tiene listo a su sucesor, evidencia una desfachatez y un carácter absolutamente autocrático de López Obrador.
Por lo demás, no parece dejar mucho a la imaginación al hablar de que su relevo es “de la generación que sigue”. López Obrador tiene dos cartas: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. Pero éste es prácticamente de la misma generación que el tabasqueño, así que por descarte las miradas volvieron de inmediato a la jefa de gobierno capitalino, sino de una generación diferente, sí algunos años menor.
Aunque habrá que decirlo abiertamente: el presidente ha perfeccionado una innata capacidad para mentir, y en esa lógica, que nadie se diga sorprendido si todo lo que dijo en esa mañanera resulta no cierto, y al final de cuentas ni se retira de la política en el 24, ni su sucesor es de la siguiente generación. En una de esas designa a Manuel Bartlett. Con López Obrador, todo es posible. Si no, al tiempo.
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