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sábado, agosto 2, 2025

¿EL FIN DE LAS CORRIDAS DE TOROS?

El arte de torear consiste en convertir en veinte minutos a un bello animal en una albóndiga sangrienta ante un público alborozado

Manuel Vicent (1936-?) Escritor español

 

jaimelopezTengo una enorme cantidad de amigos y conocidos que son amantes de la tauromaquia; saben de mi rechazo a ésta, pero siempre lo hemos debatido serenamente. Saben que les respeto aunque no esté de acuerdo en la llamada también “fiesta brava”. Y públicamente también he definido mi postura al respecto.

Así que ahora, que un Juzgado federal ha suspendido indefinidamente las corridas de toros en la Ciudad de México, no puedo menos que festinar tal resolución, y esperar que sea el origen de decisiones similares en todo el país, y desde luego en todos los que mantienen eventos de ese tipo, que en realidad son pocos.

Los argumentos que esgrimen los defensores de las corridas de toros, se rebaten con facilidad, si bien en algunos hay ciertos elementos de relativa veracidad:

Uno, el toro de lidia nació para morir, dicen. Verdad de Perogrullo, porque todos los seres vivos nacimos para morir. Dos, se perderán muchos miles de empleos si se elimina el espectáculo. Cierto, pero el razonamiento no es justificado, porque el crimen organizado, por ejemplo, genera no miles, sino millones de empleos, y ello no los vuelve lícitos, por lo que el fenómeno debe combatirse aun si se pierden esas fuentes “laborales”. Tres, es un tema “cultural”. En efecto, es cultural, pero también lo es que en muchas comunidades indígenas aún se venda a las niñas. Y no por ser cultural debe tolerarse. Es decir, cultura no sinónimo de bienestar necesariamente. Cuatro, no solo el toro, sino quien lo lidia está expuesto a la muerte. Enorme verdad, y mis respetos para el valor de los toreros, que evidentemente exponen su vida frente a un animal poderosamente armado, agresivo y de media tonelada de peso. Solo que hay una pequeña diferencia: el toro no está en el ruedo por su voluntad, el torero sí. El toro fue llevado a la muerte intencional, para diversión de los espectadores. El torero puede encontrar la muerte pero porque así lo buscó, porque con ello gana dinero. El animal embiste por instinto y por defensa. El torero saca la espada y embiste a matar por ser parte del protocolo, sin que el animal entienda lo que es inminente. Cierto, hay una enorme diferencia entre la capacidad física entre uno y otro, pero también es cierto que es más aún la distancia entre la inteligencia y el raciocinio entre ambos.

Y cuando de plano ya hay argumentos, los amantes de la fiesta brava recurren a la última carta: los opositores somos unos ignorantes, no tenemos capacidad de dimensionar la grandeza ni el trasfondo del espectáculo. Evidentemente, ahí se terminó la discusión.

Tengo claro que ningún argumento es válido para justificar la crueldad a la que son sometidos los toros de lidia, con el único fin de que los espectadores encuentren diversión. No puede el ser humano mantenerse en la ruta de festinar la crueldad y la muerte de otros seres vivos por el mero placer de hacerlo.

Entonces que no maten a ningún animal para consumo humano, me refutan constantemente los defensores de la tauromaquia. Es doloso el dilema así planteado: esos animales sirven para la supervivencia humana, no para satisfacer morbo, pero además deben ser sacrificados sin crueldad. Pequeña diferencia.

Respeto las aficiones de cada quien, pero las corridas de toro me parecen eventos que evidencian que, en realidad, no hemos bajado aún del árbol. En hora buena por la decisión de cancelarlas en la capital del país, y ojalá sea así en el resto del mundo. Digo, con todo respeto para quien piense diferente. Twitter @jaimelopezmtz

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