Cuanto más siniestros son los designios de un político, más estentóreo se hace la nobleza de su lenguaje
Aldous Huxley (1894-1963) Escritor británico
El Inegi tiene otros datos respecto de la pandemia en México: datos que evidencian que la tragedia es mucho más severa de lo que el gobierno nos dibuja, y vaya que ya es espeluznante. Es cosa de ceñirse a las matemáticas, a la ciencia, pues, la misma a la que el presidente López Obrador tienen arrinconada para no ser descobijado en la impericia con que ha conducido la pandemia.
Veamos: la revisión de las primeras cifras que arroja el Censo 2020 que el Inegi levantó, arroja que de enero a agosto de ese año murieron por covid 108,658 mexicanos. La cifra es superior en 44.9 por ciento a la gubernamental, que fue de 75,017. Al 27 de enero de 2021, el gobierno nos dice que han perdido la vida por el mismo motivo 153,639 mexicanos, pero si de acuerdo con el Inegi en los primeros siete meses de la pandemia hubo un sub registro de casi 45 por ciento, una extrapolación elemental nos diría que en realidad la cifra al momento debe ubicarse en, al menos, 222,772 muertos. Y eso, sin contar con que enero y febrero del año anterior no hubo fallecidos por covid y aun así se incluyeron en el reporte del Inegi.
Si 153,639 es una cifra escalofriante, más de 222 mil es, obviamente, aún más aterradora.
Ahora bien, ¿le creemos al gobierno o al Inegi? Me parece que no cabe siquiera la sombra de duda. El gobierno es, casi que por definición, mitómano. Así ha sido históricamente, pero el de López Obrador ha roto todos los record en ese sentido. Le queda apenas una pizca de credibilidad. En dos años la dilapidó. El Inegi, hay que decirlo, es un organismo autónomo conformado por profesionales y científicos, del que no hemos tenido nunca elementos para desconfiar y suponer que nos mienta con dolo. Sus informes han sido la base para el diseño de políticas públicas en todos los rubros. Y justo por ese profesionalismo y por esa autonomía, es que está en la mira de López Obrador para desaparecerlo.
El presidente quisiera que no hubiera un Inegi que le restregue, entre otras cosas, que las cifras del doctor muerte, Hugo López Gatell, son una farsa. Quisiera que su papel lo tomara por ejemplo la Secretaría de Gobernación, que hoy nos estaría diciendo que los números de Gatell son verdaderos.
Así, si ya López Obrador tenía en la mira al Inegi, la información que ahora nos muestra la dimensión real de la pandemia, seguramente incidirá para que el presidente arrecie su embestida en contra del organismo.
Qué sano es contar con órganos autónomos, aunque éstos regularmente tengan otros datos a los del presidente.
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