Solo peor que un político corrupto, es un ciudadano que lo defienda
Anónimo
La entidad y sus principales ciudades, incluida desde luego la capital, siguen firmes en la nada presumible estadística de las más violentas, a la cabeza en cuanto a homicidios dolosos. Los números son escalofriantes: solo en lo que ha transcurrido de abril, el estado reporta oficialmente 145 asesinatos, veinte de ellos considerados feminicidios, en tanto que Morelia ha sido testigo de 126 en el primer trimestre.
Con toda justificación, toda la entidad es considerada foco rojo, si bien esas dimensiones no son privativas nuestras, porque en realidad reflejan un escenario nacional caótico, fuera de control.
En descargo, aunque sea relativo, del gobierno local, debe precisarse que el combate a la criminalidad organizada es responsabilidad federal. No puede soslayarse que la inmensa mayoría de esos homicidios tiene por origen justamente al crimen organizado, bien sea por confrontaciones entre cárteles o por ataques a la población civil.
Es un hecho que el gobierno del estado no cuenta con la capacidad en ningún sentido, ni en efectivos ni en armamento y equipo táctico, para confrontar a los cárteles. Mucho menos los ayuntamientos, ni siquiera el moreliano. Si no es el gobierno federal, básicamente con las fuerzas armadas, Ejército y Marina, no hay manera de hacerles frente a los criminales.
El problema, ya se sabe, es que el presidente López Obrador se mantiene incólume en su permisibilidad al crimen organizado, en su rechazo a combatirlo, y no ha habido forma de que dé un viraje en ese sentido.
Así pues, ya podemos irnos despidiendo de cualquier expectativa de que mejoren las condiciones de violencia y criminalidad en Michoacán y en sus principales ciudades. Ni hablar, es el karma del 18.
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