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sábado, agosto 2, 2025

EL MANDÓN DEL CONGRESO

Quien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad, ninguna tiranía puede dominarle

Gandhi (1869-1948) Pensador y líder hindú

 

jaimelopezFidel Calderón Torreblanca regresó al Congreso del Estado en plan arrollador. No hay dique que le contenga ni iniciativa o prioridad gubernamental que no logre sacar adelante. Es rudo o técnico, según convenga en cada coyuntura, pero hasta ahora es cien por ciento efectivo. Si su paso por la actual legislatura local fuera boxeo, tendríamos que decir que marcha invicto. Y eso, que lidera a la bancada de Morena, que ni de lejos es mayoría, con solo diez de cuarenta diputados, pero eso no le impide dominar por completo al Congreso.

Breve recuento: permitió que el PRI tuviera la Presidencia el primer año, pero él se aseguró de encabezar la poderosa Junta de Coordinación Política, ese cónclave que tiene el control político y, sobre todo, económico, del Congreso. Luego maniobró para que apenas en el primer mes de su gestión, el gobernador Ramírez Bedolla recibiera autorización para contratar deuda bancaria para poder pagarle al cártel de la Cnte.

Con la misma eficacia, Calderón hizo transitar a buen puerto la nada popular iniciativa gubernamental de aplicar un reemplacamiento vehicular.

Enfrentó el riesgo de una asonada no solo en su bancada sino del pleno de diputados, por la falta de claridad en el manejo de varias decenas de millones de pesos. Una encerrona de los cuarenta y Calderón sofocó toda inconformidad.

Incluso logró que la sangre no llegara al río, en el sospechoso trámite de la representante jurídica del Congreso, María Isabel Ceja Linares, que adquirió un software por 5.5 millones de pesos, mismo que nunca se ha instalado pero que sí se pagó apenas minutos después de firmarse el contrato.

Y en la recta final del primer año de la Legislatura, el líder morenista tuvo una auténtica prueba de fuego, mejor dicho, tres pruebas de fuego, a cual más complicada, pero que a Casa de Gobierno interesaban sobre manera, con el agravante de que tenían que solventarse en tiempo récord: una semana.

Primero, la aprobación de Eduardo Orihuela al frente del Consejo para el Desarrollo Económico y Social del estado, planteada por el Ejecutivo. Solo que había dos problemas: primero, Orihuela estaba impedido para ser designado, porque la ley establece que debía tener al menos tres años sin ningún cargo público, y él apenas hace uno aún era diputado. Y segundo, que el gobernador no tenía facultades para formular dicha propuesta. Pero ninguno de esos factores iba a impedir a Calderón dar resultados: si lo que obstaculizaba la designación era la ley, pues había que cambiar la ley. Así se hizo en tiempo record. En el lapso de unas horas se adecuó a conveniencia y se dio paso a la votación para la designación del priísta.

Pero le quedaban dos retos aún por delante, mucho más delicados. Primero, sacar adelante la autorización solicitada por el Ejecutivo para refinanciar o reestructurar 19,500 millones de pesos de deuda a largo plazo. Lo voluminoso del monto no fue obstáculo para Calderón, sabedor de que siempre hay formas, no necesariamente las más pulcras ni éticas, para convencer a diputados cuando de contratación de deuda se trata. Alcanzó un éxito rotundo. Los tiempos del batelismo y del godoyato dejaron muchos aprendizajes en el tema.

Y como dicen que el último mono no se ahoga, porque ya no hay quien lo empuje, si había logrado sacar la autorización de deuda, no iba a permitir que la última tarea del día se le quedara en el tintero, por más que era francamente insultante: lograr que el Congreso aprobara entregar la Presea Ocampo, la más importante, al presidente López Obrador. Nadie sabe si fue una encomienda del gobernador, o autoría de Calderón. Pero pese a lo escandaloso, la logró sacar con el apoyo de algunos priístas y panistas.

Ni en los mejores tiempos del priísmo dominante, ninguna bancada tuvo la osadía de galardonar a un presidente. Hoy, la zalamería llegó a niveles ridículos: morenistas, priístas, panistas, perredistas, petistas, verdes, “reconocerán” a un presidente con claros visos de dictador; el que tiene sumido al país en un nivel de violencia inusitado; el que ha dejado morir a miles de niños con cáncer por falta de medicinas; el que tiene desabastecidas las farmacias del sector salud; el que puso a México como el tercer peor país en manejo de la pandemia por el número de muertos; el que nada licita; el que militarizó al país; el que lidera los actos de corrupción tanto en su gobierno como en su círculo personal más cercano; el que despilfarrará casi un billón de pesos en un aeropuerto que nadie usa, una refinería que no refina y un tren que masacra selvas. A ese presidente, los diputados entregarán la Presea Ocampo. Ah, y el presidente que quiere desaparecer al INE para asegurarse el triunfo en el 24.

Convenientemente, a la hora de esa votación solo había 23 diputados presentes, casi toda la oposición se había ausentado, lo que garantizaba que con los votos de Morena y sus aliados, la propuesta fuera aprobada. Que la mayoría opositora se ausentara a esa hora o bien se abstuviera de votar, no puede entender sin el largo, larguísimo brazo de Calderón. Con dignidad, algunos pocos legisladores votaron en contra.

En todo caso, hay que decirlo, a Calderón nada puede fustigársele. Con él en el Congreso, el gobernador Bedolla puede estar tranquilo, ni siquiera se tiene que desgastar en cabildeos con la oposición. Con apenas pocas honrosas excepciones, Calderón tiene a todos los diputados comiendo de su mano. Hace lo suyo, y en su lógica, bien; es la eficacia absoluta. Nadie puede dudarlo. Ahí están los resultados. Twitter @jaimelopezmtz

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