La política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares
Ambrose Bierce (1842-1914) Periodista norteamericano
Es el mundo al revés: las fuerzas armadas no cumplen su función constitucional y primordial, la de garantizar la soberanía del país, y en cambio se dedican a lo que no tiene fundamental legal, como la construcción de aeropuertos y de sistemas ferroviarios, así como de sucursales del banco del Bienestar, la vigilancia y control de aduanas y puertos, la distribución de vacunas, la operación de centros turísticos. Y por si fuera poco, ahora buscarían tener su propia línea aérea.
El afán de empoderar a las fuerzas armadas, Sedena y Marina, por parte del presidente López Obrador, ha derivado en una tergiversación completa respecto de sus funciones. Son un desastre en términos de preservar la soberanía nacional, y la mejor prueba de ello es la facilidad con que el colectivo hakeador Guacamayas se le metió hasta la cocina, sin que nadie se diera cuenta, pero han encontrado una mina de oro con las utilidades que generan todas sus nuevas responsabilidades.
Ya ni Sedena ni Marina están obligadas a combatir a los cárteles de la criminalidad y lo más que llegan a enfrentar son hechos de escarnio y vergüenza pública a que son sometidos sus integrantes, lo que no significa en todo caso ningún tipo de riesgos. Y en contrapartida, los militares han probado ya la miel de los negocios al amparo del poder público. Es el mundo al revés, sí, pero también el mundo ideal para ellos: los riesgos han disminuido a su mínima expresión y las alforjas se llenan a pasos agigantados.
De acuerdo con la información extraída por Guacamayas a la Secretaría de la Defensa Nacional, misma que sigue propagándose indiscriminadamente, la dependencia planea ahora operar su propia línea aérea, para lo cual rentaría aviones y utilizaría el presidencial. El portal electrónico de El Universal da cuenta de ello.
Las fuerzas armadas parecen más que reconfortadas con el camino pavimentado por el que les hace transitar López Obrador, pero cuidado, es un camino que va directo al precipicio. Hoy parece miel sobre hojuelas. Mañana será la pérdida de la soberanía la que irremediablemente veremos, porque el hackeo de Guacamayas lo único que significa, en el fondo, es eso, la pérdida de la soberanía: todos los secretos de estado están ya en manos de civiles, que quién sabe hasta dónde llegarán en su afán de exhibir un régimen tan vulgar como cualquier otro, y en una de esas, peor.
Qué difícil será que las cosas vuelvan a la normalidad. Quien sea el presidente a partir del 24, de la 4T o de la oposición, estará sentado en un barril con pólvora: ¿quién será el osado que regrese a los militares a sus cuarteles a “conformarse” con velar por la soberanía nacional, quitándoles los enormes negocios que López Obrador les ha dado? Ese es, sin duda, el gran reto de su sucesor. Y a la pesadilla todavía le quedan 728 días.
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