La política es una guerra sin efusión de sangre, y la guerra una política con efusión de sangre
Mao-Tse-Tung (1893-1976) Político chino
Sin exculpar a los gobiernos estatal y municipales, pero el combate a los cárteles del crimen organizado en Michoacán, como en el país, solo puede correr por cuenta de las fuerzas federales. Bajo esa lógica y a la luz del recrudecimiento de la violencia y las ejecuciones en toda la geografía estatal, es evidente que el fenómeno debiera tener prendidas las luces rojas y concitar toda la energía y capacidades del gobierno federal.
Y es claro que no es así. Todo lo contrario: no parece haber la capacidad y, lo que es más inquietante aún, ni la voluntad para hacer frente al fenómeno de la criminalidad en Michoacán. Si de algo sirve como consuelo, deberá advertirse que lo mismo sucede en todo el país.
Pero aquí es donde notoriamente se ha agudizado el fenómeno: en solo dos meses, dos alcaldes ejecutados, sendas masacres en San José de Gracia y Zinapécuaro, dos periodistas de Zitácuaro asesinados, el cierre de las fronteras de Estados Unidos al aguacate michoacano por las amenazas a inspectores representantes de ese país, son solo un botón de muestra del nivel y la dimensión de los hechos violentos relacionados con el crimen organizado.
Demagogia y posturas políticas al margen, es evidente que ni toda la fuerza policial del estado es suficiente para encarar a ninguno de los cárteles que se disputan palmo a palmo el territorio michoacano, mucho menos las de corte municipal. Aún si el gobernador y los alcaldes quisieran confrontarlos, no existe la menor posibilidad de que tuvieran éxito. Eso no quiere decir que claudiquen en su obligación, pero es un hecho que su intervención debe ser en acompañamiento a las corporaciones federales, la Guardia Nacional o el Ejército.
Planteada esa realidad, no queda sino entender que si no hay la voluntad federal, léase del presidente López Obrador, para confrontar a la criminalidad, los estados y los municipios quedan a merced de ésta. Es el caso michoacano. Si está desatada la violencia, es por la inacción federal.
La supuesta estrategia federal se ha reducido a enviar, o decir que se envía, a más y más efectivos de la Guardia y del Ejército, pero ello no representa nada porque vienen con la consigna de ver y no intervenir, hacer acto de presencia pero dejar hacer y dejar pasar. Por eso, ya podrán enviarse todos los contingentes militares que se quiera a la entidad, y el poderío de los cárteles seguirá intacto y seguirán sucediéndose las masacres y las ejecuciones. En el colmo de la desfachatez, el domingo, en cuya noche fueron ejecutados veinte asistentes a un palenque en Zinapécuaro, el subsecretario de Seguridad federal, Ricardo Mejía, disfrutaba sus vacaciones e incentivaba la participación ciudadana en la revocación de mandato.
Ello ilustra la “importancia” que para el gobierno federal tiene el combate a la criminalidad. Primero es la política y luego esa obligación. Es hora de que el presidente comience a gobernar, de que vuelva la mirada a Michoacán pero ya no como aportante de votos sino como entidad flagelada por el crimen organizado. Se necesita una decisión, la suya.
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