Los que dejan al rey errar a sabiendas, merecen pena como traidores
Alfonso X El Sabio (1221-1284) Rey de Castilla y León
Está claro que el PRI no aprende: José Narro ha decidido no sólo bajarse de la contienda para la elección del nuevo dirigente nacional de ese partido, sino renunciar a su militancia de casi medio siglo en él. Aduce el ex rector puma y ex secretario de Salud, condiciones de inequidad y de absoluta cargada hacia Alejandro Moreno, el gobernador con licencia de Campeche.
Pero Narro no sólo se refiere a que hay dados cargados para Moreno de parte de la actual cúpula priísta y del expresidente Enrique Peña Nieto, sino del presidente López Obrador.
Y lamentablemente para el priísmo, Narro tiene toda la razón: el candidato oficial tanto de la dirigencia priísta y de quien sigue maniobrando en ella, Peña Nieto, como de López Obrador, es Moreno, tanto, que a éste le han transformado su mote de “Alito”, por “Amlito”.
Y decíamos que el PRI no aprende, porque es evidente que la democracia no es precisamente su gran aliada, jugarle a ella siempre le ha resultado en un tiro por la culata. El discurso conciliatorio, comprometiendo equidad a todos los aspirantes a sucederla, de Claudia Ruiz Massieu, se ha ido por la borda en los hechos, lo mismo que el de López Obrador. Ninguno de los dos ha resistido la tentación de intervenir en esa elección y asegurarse el triunfo para el candidato consentido, y como afortunadamente para ambos éste es el mismo, Amlito, todo parece ser coser y cantar para su empoderamiento.
Pero lo que no vislumbran ni Peña ni Ruiz Massieu y supongo que ni el mismo Amlito, es que están cavando su propia tumba, porque es evidente que lo que López Obrador busca es asegurarse de que no enfrente un priísmo fuerte, que no sólo se revitalice sino que se posicione como un auténtico contrapeso presidencial. Todo lo contrario, lo que busca es minar lo que aún quede del tricolor y darle la última palada de tierra a su ataúd.
El priísmo no alcanza a percibir que la estrategia del tabasqueño es asegurarse de tener un dirigente nacional tricolor que coma de su mano, moldeable, manipulable, dócil, y el perfil idóneo es Moreno, que por algo es “Amlito”, y que por algo ya lo evidenció mientras fue un sumiso presidente de la Conago, doblegado completamente ante López Obrador. Éste pretende utilizar al moribundo PRI mientras le sea necesario y darle la puntilla cuando deje de serlo; no puede olvidarse que ha echado a andar una perversa estrategia de controlar al INE y con él a los partidos, condición sine qua non para cumplir su sueño: entronizar a su 4-T el mayor tiempo que le sea posible.
Que el PRI vaya directo al barranco, y por su gusto, tampoco es algo que le vaya a pesar a los mexicanos, ciertamente. Pero lo lamentable sí será que su aniquilación servirá para pavimentar el camino hacia la perpetuidad morenista. Si no, al tiempo.
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