La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema
Woody Allen (1935-?) Actor y director estadounidense
Si hemos de atender el informe médico que habla del estado de salud del ahora ex embajador de México en Argentina, Ricardo Valero, queda claro que a quien hay que achacarle la responsabilidad por el bochorno causado por él allá en el sur del continente, es al presidente López Obrador.
El informe médico que dio a conocer este domingo la cancillería mexicana, para justificar que por motivos “de salud” Valero ha dejado de ser embajador en Argentina, es brutal: presenta un tumor cerebral que le produce “alteraciones conductuales”.
El problema es que desde hace casi siete años, mayo del 2013, tiene problemas neurológicos y se le ha dado un seguimiento médico conductual cognitivo, haciéndosele estudios de neuroimagen periódicos y valoraciones. Desde entonces, dice el informe, ya se le habían detectado alteraciones de memoria no progresiva asociada a su edad (77 años), pero con el tiempo, la pérdida de tejido neuronal, causada por el tumor y su extracción, así como la neuroregeneración asociada a la edad ha condicionado disminución de su tejido cerebral.
“La evolución del síndrome, que se agudizó el último año, se expresa en deterioro del juicio e impulsividad, con lo que se tienen alteraciones de conducta”.
Se supone que todo ello explicaría que haya pretendido sustraer un libro sin pagarlo en una tienda en Buenos Aires, y que más recientemente, apenas cuando esperaba en el aeropuerto de esa ciudad su vuelo para trasladarse a la Ciudad de México, a rendir cuentas de ese acto al canciller Ebrard, haya intentado llevarse otro producto, ahora una camiseta, de una tienda.
Convengamos que el señor Valero está ante un serio problema de salud. Lamentable por él. Ojalá lo supere. El asunto es que así, con ese grave problema neurológico, que le produce “deterioro del juicio e impulsividad”, fue designado por Andrés Manuel López Obrador embajador en Argentina.
¿Qué clase de controles se llevan a cabo en la cancillería mexicana, como para que una persona con tal grado de deterioro en su salud mental, vaya a otro país a representar al nuestro? Se sabe que López Obrador conoce nada de ese tipo de protocolos, pero al margen de éstos, por mero sentido común y, en una de esas, hasta por simple humanidad, no debió nunca haber designado a su amigo Valero embajador, tanto para no exponerle a él al ridículo, como al país mismo al que representa.
Visto así, la culpa no es de Valero, es del presidente. Ni siquiera de Ebrard, porque está claro que él no tuvo injerencia en su designación como embajador, fue una más de las determinaciones personales, propias de quien concentra peligrosamente el poder de forman tan evidente, del presidente.
Éste se ufana de que ningún cargo requiere ni experiencia ni trayectoria ni preparación, sólo honradez. Bueno, pues ahora habrá que agregarle que también requiere buen estado de salud, sobre todo mental. Y si a esas vamos, acaso estudios médicos sobre el tema nos dejarían sin medio gabinete de golpe y porrazo. twitter@jaimelopezmtz jaimelopezmartinez@hotmai.com