El buen ciudadano es aquel que o puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes
Cicerón (106 a. C.-43 a. C.) Filósofo romano
La mejor prueba de que Morena es un desastre como partido político, sin andamiaje institucional, sin solidez organizacional, formado por Andrés Manuel López Obrador sobre sus rodillas, es que al paso de los años no ha logrado siquiera darse una estructura que le permita reglamentar los protocolos de renovación de sus liderazgos formales.
Tan es así, que en Michoacán tiene el partido dos dirigencias. Por una parte, secundada por Mario Delgado, Giuliana Bugarini, pomposamente acreditada como delegada en funciones de presidenta estatal, y por otra la siempre combativa, aunque poco preparada, Ana Lilia Guillén.
Y es que este domingo las hordas morenistas prepararon una asonada a Bugarini, y sin ningún tipo de registro de aspirantes, sin acreditación de delegados con atribuciones para votar, todo al vapor y en completa improvisación, decidieron elegir a Guillén en su lugar.
Se desconoce si la dirigencia nacional que encabeza Mario Delgado la vaya a respaldar, porque abiertamente siempre hizo fuerza por Bugarini.
Pero al margen del desenlace que tenga la nueva confrontación morenista, el lance evidencia que en el partido oficial se están reproduciendo las peores prácticas del PRD, con albazos, asonadas, encarnizadas luchas por el poder que producen desgastes y heridas que jamás restañan. El salvajismo y la barbarie invariablemente suplen a los métodos civilizados y a la búsqueda de consensos.
Y ello propicia inevitablemente el ascenso de liderazgos con perfiles que no son precisamente los mejores. Ana Lilia Guillén, cierto, es una incansable luchadora social, hay que reconocerle que es congruente, pero eso no es suficiente para encabezar a un partido, menos si está en el poder. Del otro lado de la balanza debe decirse que cuenta con una casi nula preparación intelectual, lo mismo que de experiencia política. No tengo elementos para dudar de su honorabilidad, pero sí de su capacidad política.
Pero es Morena y, por ende, la preparación no cuenta. Así lo ha dejado claro López Obrador en su gobierno, y así lo secundan sus huestes a nivel partidista. Nadie pida peras al olmo. ¡Es Morena!
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