Aquel que instaura una dictadura y no mata a Bruto, o aquel que funda una república y no mata a los hijos de Bruto, sólo gobernara un corto tiempo
Maquiavelo (1469-1527) Político españo l
Antonio Ferreyra Piñón se erigió líder de los burócratas michoacanos con la genuina y válida bandera de terminar con la corrupción, la opacidad y el poder que parecía eternizarse de Juan Carlos Pintor. Con un perfil fresco y discurso renovador, cifrado en la necesidad de democratizar al Staspe y al amparo del compromiso de instaurar la no reelección de los dirigentes, Ferreyra no tuvo problemas en identificarse con la mayor parte de sus compañeros de trabajo del gobierno del estado y sepultó las aspiraciones de Pintor de hacer de su liderazgo un negocio de por vida.
Llegó así Ferreyra a oxigenar un sindicato siempre considerado “blanco”, o lo más parecido a ello, por su excesiva “institucionalidad” con la parte patronal, el gobierno estatal, pero que su servilismo permitió siempre a los líderes en turno llenar las alforjas personales y de sus allegados. Y Ferreyra alimentó la esperanza de darle un giro al perfil del Staspe, rompiendo con el liderazgo corrupto de Pintor. De hecho, en su primera gestión al frente del sindicato confirmó las positivas expectativas que sobre su persona le rodearon entre la burocracia.
Pero como pasa casi con todo dirigente sindical, Ferreyra sucumbió no solo al garlito del poder, sino que traicionó a sus agremiados y a su propia palabra, porque se ha convertido, con el paso de los años, en otro Pintor, pero pulido y mejorado.
En efecto, del arribo esperanzador suyo a la dirigencia sindical, pasaron ya dieciséis años. Se apresta para ir por su ¡quinto periodo!, y no parece haber poder que se lo impida.
Del demócrata y limpio líder poco, o nada ha quedado. Hoy está convertido en un autoritario líder sindical, que ha modificado los estatutos del Staspe las veces y en los términos que ha querido, para justificar una y otra de sus múltiples reelecciones. Y cada cuatro años asegura que será la última, pero su falta de respeto a la palabra empeñada le ha valido la desconfianza y de hecho el rechazo del gremio, sólo que ha desarrollado tal oficio y colmillo político, que cada cuatro años se las ingenia no sólo para modificar los estatutos sino para cerrarle el paso a todo aquel que tenga la osadía de pretender competirle por el poder.
Ferreyra es amo y señor del Staspe. En nada es diferente a Pintor, ni en lo antidemocrático ni en lo falto de transparencia. Más aún, es claro que ya lo superó en todos los terrenos. Es tan poderoso ya, que ni siquiera actos tan sospechosos como el convenio que hizo con un negocio para que sólo en él los burócratas puedan comprar el zapato al que cada año tienen derecho, a un precio mucho mayor al del mercado, han derivado en ninguna investigación.
Ferreyra tiene todo listo para volver a reelegirse en los primeros días de febrero, para iniciar una quinta gestión; maniobró otra vez para impedir que nadie le compita. Probó el poder, político, económico y sindical, y quedó prendido de él. Como Pintor, se enfermó de poder, sólo que contrario a éste, él no ha encontrado quien le haga frente. Eso sí, su respuesta y justificación es una: las bases así lo mandan. twitter@jaimelopezmtz jaimelopezmartinez@hotmail.com