En un espíritu corrompido no cabe el honor
Tácito (55-115) Historiador romano
El gozo se fue al pozo. Se había alentado la posibilidad de que el Congreso del Estado acordara intencionalmente no alcanzar los 27 votos requeridos para designar al Fiscal Anticorrupción, a fin de propiciar o forzar una segunda convocatoria. Pero repentinamente algo pasó, no sé qué, pero por la tarde de este miércoles se decidió que Alejandro Carrillo Ochoa fuera el beneficiado con esa designación.
Carrillo será, pues, el Fiscal Anticorrupción de Michoacán.
Lamentablemente la figura nace muerta, porque para ser Fiscal, lo mismo que sucede con los toreros, no solo hay que serlo, sino parecerlo. Y Carrillo, ahora es Fiscal, pero no lo parece.
Y no lo parece, porque para parecer Fiscal Anticorrupción hay que tener plena independencia y autonomía respecto del poder público y Carrillo claramente no las tiene. Es funcionario del gobierno estatal, lo que de entrada lo debió volver inviable, porque lo que hoy demanda la ciudadanía de quien ocupe el cargo, es ante todo credibilidad, y ésta se genera con confianza y con autonomía. Carrillo es Fiscal, pero no gozará de la confianza ni la credibilidad social por sus ligas con el gobierno. Punto, así de fácil.
Además, también hay que decirlo, ni siquiera cuenta con las cartas credenciales desde el punto de vista académico y profesional, porque ha navegado en posiciones de bajo rango en el servicio público: de contralor interno en la Comisión Estatal de Derechos Humanos a jefe de Departamento de Expropiaciones de la Consejería Jurídica del gobierno estatal.
Carrillo y otros cuatro abogados respondieron a la convocatoria del Congreso para elegir Fiscal, pero todos ellos ligados al gobierno. De entrada, de entre ellos debía designarse a uno. El que fuera, iría sin solidez justo por esos nexos con el poder público. Se manejó la posibilidad de forzar una segunda convocatoria, pero evidentemente a los diputados les dio frío este miércoles y vergonzosamente se fueron por el camino fácil.
¿Alguien de tan bajo perfil y, por si no fuera suficiente, con un nexo tan evidente con el gobierno, era indicado para ser Fiscal Anticorrupción? Por supuesto que no. Carrillo no generará ni un ápice de la credibilidad y la confianza social, indispensables para legitimarse en el cargo; no cuenta con la solvencia moral para ello.
Por lo demás, habrá que reconocer que en todo caso el responsable de que la Fiscalía Anticorrupción nazca muerta, no es él, sino los diputados, que lo designaron. Entonces, son ellos, los legisladores, los que han matado la figura nodal del Sistema Estatal Anticorrupción.
Pero aun así, ¿puede revertirse el fenómeno? Pues hasta hoy no se ha documentado un caso de resurrección, salvo el de Jesucristo. Por tanto, si la Fiscalía nació muerta, muerta quedará. Al tiempo.
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