El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento apariencia de solidez
George Orwwll (1903-1950) Escritor británico
Que el gobierno federal haya decidido lavarse las manos y desprenderse irresponsablemente de su obligación de encabezar la estrategia nacional contra la pandemia, cediendo por completo la estafeta a los estados, no debe alarmar. Hay que verle el lado positivo, que lo tiene.
Seamos honestos y realistas: ¿puede haber una conducción todavía peor y por tanto más riesgosa a la del gobierno federal en el tema de la pandemia? Imposible. Luego entonces, todo lo que hagan los gobernadores, y aún los alcaldes, no podrá ser más errático. Ya es ganancia, ¿o no?
Claramente, la forma de conducir la estrategia para tratar de contener la pandemia, ha sido mucho más sensata y lógica de la mayor parte de los gobernadores que la del presidente y de sus funcionarios de Salud. El problema es que aquellos, los gobernadores, están atados de manos en cuanto a alcances legales y presupuestales para aplicar sus propias medidas, sus decisiones tropicalizadas.
Vaya, incluso no pocos alcaldes puede asumirse que han encarado el fenómeno con más congruencia que la misma Federación, si bien sus alcances son todavía más limitadas que las de los gobernadores.
En condiciones normales no sería lo más recomendable que el gobierno federal toque retirada y ceda la conducción de los esfuerzos contra la pandemia a los gobernadores y a los mismos alcaldes, justo en la cresta del fenómeno epidemiológico; pero si nos atenemos a los antecedentes inmediatos y al desparpajo y la criminal irresponsabilidad con la que ha actuado el gobierno federal, no queda sino concluir que, aunque no era desde luego ese su propósito, ganará el país con que ahora sean los gobiernos locales los que establezcan las políticas públicas en este delicado rubro porque, insisto, peor no lo podrán hacer. Realismo puro. Al tiempo.
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