En ningún momento es la libertad de expresión más preciada que cuando uno se golpea el pulgar con un martillo
Marshall Lumsden (1922-2010) Periodista norteamericano
El gobierno silvanista decidió suprimir la tradicional celebración del Día de la Libertad de Expresión el 7 de junio. En su lugar, considerar el 3 de mayo, tal y como lo instauró la Organización de las Naciones Unidas.
Tarde, pero mejor eso a seguir dando vigencia a un ritual obsoleto, de contenido más etílico que conceptual y, sobre todo, con un origen que vuelve deleznable celebrar algo el 7 de junio.
Por donde se le vea es sana la medida, habrá que reconocerlo.
Sólo precisar el origen de esa celebración, justifica su anulación: por allá en los años cuarenta del siglo anterior, los editores y propietarios de los más importantes periódicos capitalinos decidieron organizar una comida el 7 de junio para “agradecer” al presidente Miguel Alemán Valdés la libertad de prensa que tenía “a bien” conceder a los medios.
Así como escucha. Esa libertad –bastante relativa, por lo demás- era consecuencia de la magnanimidad del presidente. Nada de que un derecho universal, nada de que así lo consagra la Constitución. Nada. Ejercer la libertad de expresión, hacer periodismo pues, era por obra y gracia de un presidente “visionario” y “demócrata”.
“¡Gracias, señor presidente!”, era el coro unánime en algún lujoso restaurante de la Ciudad de México, cuando los propietarios de periódicos recibieron en la comida de marras a Alemán. Y éste, claro, se dejó querer. Y de ahí pa’l real. Cada 7 de junio, era ocasión propicia para seguir agradeciendo a los presidentes en turno, y a los gobernadores y alcaldes en el caso de los estados y los municipios.
Como se ve, celebrar el 7 de junio nunca ha tenido un sentido lógico. El problema es que la mayor parte del gremio periodístico desconoce su origen. Pero ya sabiéndolo, es insensato mantener dicha celebración. A fin de cuentas, hay otra fecha si no para celebrar –poco hay para ello con decenas de periodistas asesinados y desaparecidos en este país en los últimos años-, sí para exigir que el Estado Mexicano cumpla su obligación de generar condiciones mínimas para ejercer el multicitado derecho.
Sólo por su origen, pues, es evidente que es una sin razón mantener vigente esa celebración en ese día. La ONU determinó hace algunos años, fijar el 3 de mayo para que en el mundo entero se reflexione sobre la libertad de prensa, pros y contras, alcances y limitaciones. Sería irracional ir contra la corriente mundial. Bienvenido el cambio.