No se mide el éxito de un hombre por lo alto que escala, sino por lo rápido que se levanta cuando toca fondo
George Patton (1885-1945) General norteamericano
Fueron los juegos de los estadios vacíos, tristemente desolados; no fueron donde más récords se rompieron; ya no estuvieron monstruos como Bolt o Phelps; no hubo tampoco quienes claramente tomaran su lugar en la cima del deporte mundial…pero fueron los juegos más emotivos de la historia moderna del planeta, los juegos de la pandemia, los juegos de la esperanza.
Acaso equiparables solo a las de 1948, en Londres, apenas tres años después de concluida la Segunda Guerra Mundial, las Olimpiadas de Tokio 2020 quedarán registrados como los juegos en los que la humanidad dejó en claro que aún una pandemia no es capaz de doblegarla. Nos pone en pausa, pero no nos quiebra.
De hecho, una pandemia es perfectamente equiparable a una guerra: pausan vidas, rezagan economías, devastan sistemas de salud, ponen en jaque al hombre. Pero éste, el hombre, en una guerra y en una pandemia, siempre saldrá adelante. Y unas Olimpiadas son el reto perfecto: lo fueron en Londres en 1948 y lo volvieron a ser en Tokio ahora.
Fueron las Olimpiadas que abren la ventana de la esperanza, que evidencian que con orden, organización, voluntad y, sobre todo, apego a la ciencia, la pandemia puede ser contenida: Tokio no resintió un agravamiento en los casos de contagios, pese a la llegada de miles de involucrados en los juegos. Tokio es un modelo, marcó una ruta que el mundo debe seguir.
Fueron juegos sin público, pero con cubre bocas; sin vítores en las gradas, pero con pruebas anti covid diarias; sin prensa pero con políticas públicas sanitarias impecables. Estas Olimpiadas no eran para imponer registros –bien por los que hubo-, sino para enviar un contundente mensaje en favor de la humanidad. Y, sin duda, fueron un éxito por eso.
Fueron los juegos que quedarán siempre en la memoria, no por nombres de atletas ni proezas suyas, sino porque fueron los juegos de la pandemia, los juegos de la emoción, los juegos del corazón. Cada deportista en el podio nos representó a todos, no solo a su país, con el puño en alto, con la entereza para superar cualquier prueba, incluida una pandemia.
Gracias Tokio. En lontananza se ve París. Un rezo porque en la ciudad luz tengan lugar los juegos de la post pandemia, a la que en el 2024 esperemos ver solo de reojo. De nuevo, gracias Tokio. twitter @jaimelopezmtz