La corrupción raras veces comienza por el pueblo
Montesquieu (1689-1755) Filósofo francés
Lo que la senadora Olga Sánchez Cordero, por su sumisión al presidente López Obrador, no hizo, el INAI lo intentará: tratar de revertir el ilegal “decretazo” del Ejecutivo, por el que éste ha garantizado que sus obras de infraestructura sean consideradas de seguridad nacional y, por ende, no sujetas a ningún tipo de reglamento ni transparencia.
Resultó francamente ominosa la actitud servil de Sánchez Cordero, que en su calidad de presidenta del Senado de la República, tenía la obligación legal y moral de interponer ante la Corte una controversia constitucional contra la dictatorial medida de López Obrador, pero no tuvo los arrestos ni la dignidad para hacerlo, se cobijó en el frágil argumento de que la Corte rechazaría el trámite porque el Senado no es sujeto interesado o afectado directamente por el decretazo.
Sánchez Cordero se curó en salud haciendo suponer que sabía la resolución de la Corte, por lo cual ni siquiera había que tomarse la molestia de acudir a demandarla. Lo que claramente evitó, fue incomodar con el pétalo de una controversia a su jefe, el presidente.
Pero quien felizmente sí ha cumplido su papel, anteponiendo dignidad y decoro, es el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, cuyo pleno, por unanimidad, resolvió este miércoles acudir a la Corte a interponer la controversia, al considerar que el tristemente célebre decretazo “viola los principios y derechos de transparencia en México”.
Lo normal en un país de leyes y de equilibrio de poderes, con el Judicial como garante del estado de derecho, es que el trámite del INAI tuviera un curso positivo sin mayores complicaciones. En realidad es un caso de párvulos para los ministros de la Corte, dado que no hay ningún elemento de duda de que el decreto es anti constitucional. El problema es que hoy por hoy, no sería descabellado que los ministros prefirieran darle palo al INAI y por tanto a la Constitución, antes que contrariar al presidente.
Así, un tema bastante sencillo de resolver se puede complicar por el temor que genera la postura inquisidora de López Obrador, que de llegar a perder podría enderezar sus baterías exterminadoras al propio INAI, por su “osadía” de confrontarlo. El instituto, gane o pierda, se está jugando la vida. De cualquier forma López Obrador le ha puesto el dedo encima.
Pero el INAI hace bien en cumplir su papel, al margen de consecuencias, propias de una dictadura. Y si llega el lance a significarle su muerte institucional, ésta le llegaría con toda dignidad, contrario a la indecorosa actitud de Sánchez Cordero. Veremos de qué están hechos los ministros de la Corte.
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