Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería
Otto Von Bismark (1815-1898) Político alemán
Se entiende que el vocal ejecutivo del Instituto Nacional Electoral en Michoacán, David Alejandro Delgado, minimice los dos episodios que este lunes tuvieron lugar en el arranque de las campañas electorales en Michoacán. Y se entiende, porque su posición de representante en la entidad del árbitro de las elecciones, le obliga a la mesura y a la ecuanimidad. Empero, la realidad no parece nada tersa.
Dado que el fin de semana la mayor parte de los candidatos y los partidos tomaron en serio el llamado que la jerarquía eclesiástica les hizo para respetar las actividades de tipo religioso, propias de la Semana Santa, puede considerarse que las elecciones y las campañas comenzaron este lunes. Y lo hicieron de manera poco prometedora.
Primero, sujetos a punta de pistola se robaron dos camionetas oficiales propiedad del INE en Apatzingán. Y casi simultáneamente en Morelia el dueño, digo, el dirigente del Partido Verde, Ernesto Núñez Aguilar, denunciaba ante la prensa que al menos tres de sus candidatos a síndicos en otros tantos municipios de la Tierra Caliente, han tenido que “bajarse”, esto es, renunciar a seguir compitiendo, al recibir amenazas presumiblemente de criminales.
En Respuesta Radio, Delgado aseguró que en el primero de los casos, el del robo de las camionetas, se trata de un asunto de “delincuencia común”, sin injerencia en el tema electoral, y que sobre la renuncia de candidatos del Verde, no tenía elementos ni la información suficiente para fijar una posición.
Insisto, es explicable la respuesta de Delgado. Es el árbitro de las elecciones y lo menos que puede hacer es enviar señales de alarma entre la ciudadanía.
Sin embargo, es evidente que tanto el robo de vehículos al INE como la renuncia obligada de los candidatos del Verde, a cual más de preocupante. Cierto, un rapidísimo operativo policiaco dio como resultado que a las pocas horas del asalto, se recuperara una de las camionetas y fueran detenidas cuatro personas supuestamente involucradas en el ilícito.
Empero, eso no resta gravedad al hecho: por supuesto que no se trató de un delito “común y corriente”, porque de cientos de camionetas que a diario circulan por Apatzingán y cuyo robo no atraería los reflectores a la región, ¿por qué tendrían los ladrones que arriesgarse por dos autos del INE, cuando el hecho obviamente generaría una impresionante movilización de policías, no tanto por la preocupación de que el INE se vea afectado en su patrimonio, sino por la pésima imagen que se generaría allende la entidad? Claramente, es una señal que la delincuencia envía, es levantar la mano y decir “aquí estamos”, es alertar que la criminalidad está lista para participar decididamente, otra vez, en el resultado electoral, sobre todo en el nivel municipal en la tierra caliente y toda la franja colindante con Jalisco.
Y el otro caso no hace sino corroborar que la criminalidad está decidida a no quedar fuera de la jugada electoral y tal como lo ha hecho en Michoacán en las dos últimas décadas, ser protagonista en el rumbo que toman las elecciones, básicamente las municipales.
Los dos episodios, obviamente ajenos entre sí, tienen el común denominador no solo de la simultaneidad, sino de la señal que envían, que hacen prender las luces de alerta al inicio del proceso electoral. Es de esperarse que la mesa de seguridad que instalaron gobierno, partidos y organismos electorales, tome ambos casos como pretexto para abrir sesiones de manera permanente y los asuma con toda la seriedad posible. Veremos.