La única aristocracia posible y respetable es la de las personas decentes
Jacinto Benavente (1866-1954). Dramaturgo español
No sé si Arquímides Oseguera sea culpable o no del delito de nexos y colaboración con la agrupación criminal Los Caballeros Templarios. Por esa acusación, fue detenido, procesado y sentenciado hace más de tres años. Hoy está libre.
Repito, no tengo elementos para afirmar que en efecto tuviera esos nexos o no. No lo sé. Pero lo que sí sé, es que la justicia en este país es una porquería; lo que no queda duda es que la procuración e impartición de justicia son infames.
El ex alcalde de Lázaro Cárdenas fue detenido por la procuraduría michoacana en 2014, luego de difundirse un video en el que sostenía una reunión con Servando Gómez, “La Tuta”, máximo líder templario. Eran los tiempos del virrey Alfredo Castillo. Un juez lo sentenció. Este jueves, dejó el penal Mil Cumbres, exonerado por otro juez, éste de corte federal.
No hay sino dos escenarios, para tratar de entender qué diablos pasó, pero a cual más de tenebrosos: uno, que Oseguera haya sido detenido y sentenciado injustamente, porque se le fabricaron los delitos de nexos con el narco, y que por tanto haya pasado más de tres años en la cárcel de manera injusta, o bien, que siendo culpable, como lo encontró un primer juez, hoy sea injustamente liberado.
De terror cualquiera de las dos opciones. No veo otra en este caso.
Y cualquiera de las dos, solo fortalece la tesis de que la justicia mexicana es una porquería. No puede un inocente pasar tres años en la cárcel y luego salir de ella solo con el clásico “usted disculpe”, como tampoco puede un criminal ser exonerado al paso de solo tres años de cárcel, acaso por razones de presión política o de corrupción económica.
Espeluznante la forma en que opera la justicia mexicana. Justicia, obviamente, entrecomillada, porque lo que menos genera es precisamente eso, justicia. Qué pena de país, que vergüenza de sistema judicial.
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