Quien vota por los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos
Julio Anguita (1941-2020) Político español
La venta, transferencia, traspaso, cesión, o el término técnico o legal que mejor acomode, de la Isla de la Palma a la Federación por parte del gobierno estatal, presenta claros pros y contras.
Por una parte, es evidente que el gobierno de Alfredo Ramirez Bedolla hizo un negocio redondo: no solo se desprende de una papa caliente y de algo muy cercano hasta ahora a un elefante blanco, sino que incluso obtiene la friolera de 2,500 millones de pesos, que claramente no tenía contemplados.
La isla, al menos en teoría, debe constituirse en una atracción importante de capitales, sobre todo internacionales, que asienten empresas y empleos a gran escala. Nunca ha ocurrido eso. El tufo de corrupción siempre ha sido la característica de todo lo que ha rodeado a la isla. Al margen del destino de esa porción de tierra, ya el gobierno de Bedolla hizo un buen negocio. Ahora deberá aplicar el dinero en rubros de beneficio social, en obra pública sobre todo. Sería lamentable que el dinero obtenido vaya a parar, como regularmente sucede desde hace dos décadas, al sector sindical de la educación.
Digamos que eso es lo rescatable de la operación. Pero por otra parte, y en una lectura más amplia, de corte nacional, es altamente peligrosa la operación, habida cuenta que solo significa un empujón más a la militarización del país.
No puede perderse de vista la «compra» de voluntades militares que ha venido haciendo el presiente López Obrador, en aras de asegurarse la lealtad de las fuerzas armadas de cara al 24, en cuyas elecciones está empeñado en asegurarse el triunfo y qué mejor garantía si tiene el respaldo de los militares, por aquello de que pretenda agenciarse un triunfo por las malas.
Todo el poder que el presidente ha dado a la milicia, con contratos millonarios, obra pública, licitaciones a su favor, control de puertos y aduanas, etcétera, no pareciera tener límites. La entrega de la Isla de la Palma es sólo un paso más en ese peligrosísimo proceso.
La bota militar está ya en todos lados. Ahora incluso promoverá inversiones internacionales en ese estratégico sitio del Pacífico mexicano. La militarización del país ha entrado en un punto de no retorno. Y los militares en el poder no necesitan ningún tipo de reforma electoral. Al tiempo. Y a la pesadilla todavía le quedan 670 días.
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