Donde hay poca justicia, es un peligro tener la razón
Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español
El gabinete presidencial, por supuesto, es el primero en aceptar la lealtad ciega que demanda Andrés Manuel López Obrador; digamos que, si no se justifica, al menos se entiende: el que no está con el presidente, se va a la calle. Él no ha tenido empacho en aclarar que en la 4T no caben medianías, menos posturas críticas.
Luego, el Poder Legislativo, con sus honrosas excepciones, y dada la mayoría morenista en ambas cámaras, desde luego también ha entrado al aro de la lealtad ciega a López Obrador. No hay ley que éste haya empujado, que los legisladores no se la hayan obsequiado.
Los gobernadores, salvo los diez de ellos que han conformado un dignísimo, aunque difícilmente eficaz frente opositor a Palacio Nacional, igualmente caminan ya bajo la premisa de la lealtad ciega al presidente.
La mayor parte de los partidos políticos, igual. Morena, obviamente encabeza la lealtad ciega, pero fácticamente el PRI, el PT, el Verde y el nuevo PES, le secundan, comen de la mano del tabasqueño. La excepción la conforman panistas y perredistas, aunque de poco alcanza a la hora de los contrapesos.
El sector empresarial, el cupular, el de los auténticos hombres del poder económico, también con sus excepciones, no ha resistido y en los hechos camina igualmente con una lealtad ciega, en aras, claro, de mantener privilegios.
En esa lógica, quedan –o quedaban- dos sectores en los que la sociedad podía aun descansar la confianza de que constituyan un urgente equilibrio a la peligrosa concentración del poder en que está empeñado, y con sobrado éxito, López Obrador: los medios de comunicación y el Poder Judicial.
Y este jueves, este último, el Poder Judicial, ha protagonizado acaso su más vergonzosa página: ha sido sometido por el Ejecutivo. Su aberrante votación a favor de una consulta ciudadana para determinar si se aplica la ley o no a un político que la haya violado, corrobora que, también, se ha incorporado a la lealtad ciega al presidente. La Corte ha caído en un auténtico acto de suicidio. Adiós autonomía, adiós división de poderes, adiós contrapeso al Ejecutivo. Hoy la Corte es una caricatura. Justo reconocer a los cinco ministros que asumieron con dignidad su rol, al votar en contra de la exigencia lopez obradorista: Javier Laynes, Luis María Aguilar, José Fernando Franco, Jorge Mario Pardo y Norma Lucía Piña. El resto, una vergüenza, al postrarse ante el presidente: Arturo Saldívar, Juan Luis González, Ana Margarita Ríos, Alfredo Gutiérrez, Yasmín Esquivel y Alberto Pérez.
Por descarte, pues, sólo quedan los medios de comunicación. Si alguna esperanza hay aún de que el país se salve de caer al barranco al que lo lleva López Obrador, es la posición crítica, aguda, de los medios. Y más nos vale que alcance, porque, ahora sí, la dictadura está a la vuelta de la esquina.
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