Un político divide a las personas en dos grupos: primero, instrumentos; segundo, enemigos
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filósofo alemán
Las autoridades advierten de una tercera ola de contagios de covid durante la segunda quincena de abril y la primera de mayo, producto de dos acontecimientos, las campañas electorales y las vacaciones de Semana Santa. Parece inevitable que así acontezca, pero no debiera serlo.
Las campañas electorales y la Semana Santa provocarán tumultos de personas, lo que irremediablemente producirá un incremento de casos covid, acaso peor que el de enero, cuando se saturaron los hospitales e incluso se registró desabasto de tanques de oxígeno en el sector privado.
Pero no tendría que ser un destino irremediable. Si autoridades y ciudadanía obráramos con responsabilidad y hasta con sentido común, no tendrían que ser abril y mayo meses de nueva ola de casos. Primero, las campañas electorales debieron ser acotadas por el gobierno y las autoridades en la materia, prohibiendo –así, prohibiendo, no sugiriendo- concentraciones masivas y eventos políticos tumultuarios. Ya el registro de candidatos a gobernador en el Instituto Electoral de Michoacán, ha sido apenas una muestra de lo que vendrá en las campañas electorales. El IEM debió ordenar que ningún candidato se presentara en sus instalaciones a registrarse con más de cinco o seis acompañantes. Como no lo hizo, y los candidatos no resistieron la tentación de mostrar músculo, cada registro concentró a centenares de personas, en un auténtico desafío criminal a la pandemia.
E igualmente la Semana Santa no tendría que ser forzosamente un motivo de propagación de contagios, si el gobierno prohibiera a todas las iglesias llevar a cabo celebraciones y, sobre todo, si estuviera vedada la apertura de playas y sitios turísticos. Lejos de eso, permitirá su funcionamiento como si estuviéramos en condiciones de normalidad. Y hasta se da el lujo de emitir un decálogo de medidas para reducir el riesgo de contraer el covid para los paseantes. Medidas que desde luego nadie acatará, porque quedan en el terreno de las sugerencias.
Un gobierno responsable y decidido a velar por el bien colectivo, habría impedido eventos políticos masivos y habría también prohibido abrir playas y sitios turísticos en Semana Santa. Pero como no tenemos esa clase de gobierno, tenemos uno que actúa con cálculo electoral y con absoluta insensibilidad, no queda sino apelar a la responsabilidad individual para tratar de evitar lo que parece irremediable: una tercera ola de casos entre abril y mayo.
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