Con las leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo se hacen
Otto Von Bismark (1815-1898) Político alemán
El contagio de covid-19 del presidente López Obrador, vuelve a poner en la palestra la polémica respecto del derecho de la ciudadanía a saber el estado de salud de sus gobernantes, o el de éstos a mantener en secreto el tema.
Por una parte, ciertamente, como todo ser humano el gobernante tiene derecho a la privacidad en asuntos de índole personal, y eso no puede siquiera entrar en discusión, pero como todo derecho, tiene límites, y éstos deben variar de persona en persona, en especial si se trata de quienes ejercen atribuciones que hacen que la vida de los demás esté en sus manos.
Bajo esa lógica, la amplia avenida de los derechos a la privacidad para la gran mayoría de los gobernados, se estrecha para los gobernantes, por razones obvias de responsabilidad. Es parte del precio que éstos deben pagar como una especie de contraprestación por acceder a niveles de mando que les dan otro tipo de privilegios, económicos y de poder político sobre todo. Ello explica por qué por ejemplo un ciudadano común y corriente no está obligado a informar sus estados bancarios, pero alguien que ejerce un cargo público sí.
En seguimiento a esa teoría, López Obrador, como cualquier otro gobernante, sí estaría obligado a dar a conocer aspectos detallados de su estado de salud, simplemente porque es un asunto de Estado. Contrario al razonamiento del doctor muerte, Hugo López Gatell, la salud del presidente sí es un tema trascendente para el país, rebasa por tanto el derecho a la privacidad, porque de él emana la toma de decisiones que afectan a toda una sociedad.
El problema es que en México no hay regulación expresa al respecto, como tampoco la hay casi en ningún otro país, hay que decirlo. De hecho, los ciudadanos tendríamos derecho a saber con precisión el estado de salud física, pero también mental, de todos los que aspiran a gobernarnos, no sólo conocer esos aspectos una vez que éstos ejercen el poder.
En realidad estamos a años luz de esa apertura informativa. Mientras, conformémonos con trascendidos, con rumores producto justo de la falta de información, que suelen más dañinos que conocer la verdad misma. Y en el caso de la salud de López Obrador, con más razón habrá una secrecía absoluta, dado su carácter personal. Ya lo estamos viendo.
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