El Congreso es tan extraño: un hombre se pone a hablar y no dice nada, nadie le escucha, y después todo el mundo está en desacuerdo
Boris Marshalov (1914-1962). Artista búlgaro
Acaso por su novatez en las lides gubernamentales, Raúl Morón ha tenido dos traspiés en menos de veinticuatro horas y, como coloquialmente se diría, se ha dejado comer el mandado por el gobierno estatal en temas que, en primera instancia, él, como alcalde, tenía en sus manos la posibilidad –y obligación- de resolver.
Primero, su indecisión respeto de cómo encarar el problema generado por los integrantes del llamado Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, originó que se saliera de control, y luego, igual su falta de definición sobre la obra del túnel de Altozano y el ramal Camelinas, provocó un innecesario aplazamiento de su operación.
Del primero, Morón tuvo que haber decidido desde el primer momento impedir la instalación del comercio informal por parte de los integrantes del Frente en la plaza Ocampo, simple y sencillamente porque está prohibido por la ley. Punto. No era cuestión de “afinidad ideológica”, ni de “tradiciones” o “flexibilidad” por tratarse de indígenas. Era que nadie, indígena o no, puede hacer comercio en la vía pública en el Centro Histórico.
Puede alguien argumentar que la formación política e ideológica de Morón, como líder sindical de posiciones radicales, le pone en un predicamento cuando se topa con temas como el de los indígenas en la Plaza Ocampo. Es válida la reflexión, pero a fin de cuentas Morón debe caer en la cuenta que hoy gobierno Morelia, que es titular de un poder ejecutivo, y que por tanto debe tomar decisiones apartadas de esquemas ideológicos, y anteponer la ley y el bien de los morelianos.
Ya se sabe, el gobierno del estado tomó el caso en sus manos, desalojó a los vendedores de la plaza, incluso detuvo a unos cincuenta de ellos tanto por esa ilegalidad, como porque habían retenido por la fuerza a un notario público y a sus empleados y clientes, amén de que habían violentado a periodistas en sus centros laborales. Un rosario de hechos ilegales que pudieron evitarse si desde un principio el ayuntamiento cumple su obligación de hacer respetar la norma vigente para el Centro Histórico.
Y en cuanto al túnel de Altozano a Camelinas, Morón se mostró casi desde el momento mismo en que tomó posesión del cargo, renuente a recibir la obra de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que lo construyó. En rigor, corresponde al gobierno municipal recibir la obra, que tampoco tiene mayores complicaciones: su principal obligación es pagar el mantenimiento, que al año, con todo y el pago del servicio de energía eléctrica, requiere una inversión no superior a dos millones de pesos. Una bicoca, dada la importancia y magnitud de la obra.
Bajo un sinfín de argumentos, más cercanos a pretextos, el alcalde nunca aceptó la obra, y de buenas a primeras, el gobierno del estado, no siendo propiamente su obligación, levanta la mano y negocia con la SCT recibirla para su manejo y mantenimiento, que evita seguir dilatando innecesariamente la inauguración de la vía, que vaya que hace falta.
Así, en menos de veinticuatro horas, Morón dejó escapar sendas oportunidades para mandar una señal de que, para los que dudan, ya está debidamente instalado en su papel de gobernante. Lamentablemente, esa señal termina por acrecentar esas dudas. Convengamos que le ganó su novatez, a fin de cuentas no tiene ninguna experiencia en el servicio público como gobernante. Como sea, perdió dos rounds en el inicio de su batalla por el 2021, y en el Senado hay otro con camiseta también de Morena, que sólo sonríe y se frota las manos. Veremos si Morón aprendió la lección.