En política sucede como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal
Edward Kennedy (1932-2009) Político norteamericano
El presidente López Obrador jura y perjura, lo firma incluso, que no buscará reelegirse en 2024; a ese compromiso hay que ponerle asteriscos.
¿Por qué?, bueno, por dos razones fundamentales: una, porque con la misma facilidad con la que promete algo, recula luego con la mano en la cintura, es decir, no es de fiar en sus promesas; y dos, porque si al concluir su gobierno, el “pueblo bueno”, “el pueblo sabio” se lo pidiera, seguramente el presidente no tendría más remedio que “sacrificarse” por la Patria.
Esto último, bajo el razonamiento lopez obradorista -por tanto, infalible-, de que más importante que la voluntad del pueblo bueno no hay nada, ni siquiera la ley, menos una simple promesa personal.
Por tanto, el juramento del presidente de que no se reelegirá, no debe ser tomado como un hecho: si en 2024 ve las condiciones para que su favorito para sucederlo sea lo suficientemente sólido, le dejará la vía libre, pero si ve un riesgo de que hasta ahí ha llegado la Cuarta Transformación y que cualquier candidato de la oposición pueda arrebatarle el poder, entonces hará cera y pabilo de su promesa y organizará una consulta popular para que el pueblo bueno aclame que quiere que él sea el candidato presidencial otra vez, y como contra la voz popular no se puede estar en contra, pues ni hablar, a sacrificarse.
Sin duda, el presidente es un maestro de la manipulación: hoy quedó como un demócrata al jurar que no se reelegirá, pero si en 5 años la cosa se pone color de hormiga para la 4T y él debe ponerse el traje de súper héroe para salvar a la Nación, será candidato de nueva cuenta, quedará como un patriota y ni quién se acuerde de su compromiso de marzo de 2019. Si no, al tiempo.
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