La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla
Eduardo Galeano (1940-2015) Periodista uruguayo
¿Cuál es el límite del cártel del crimen organizado denominado Cnte? No lo sé, y creo que nadie, ni sus líderes, lo saben.
Queda claro que ni el gobierno federal ni el estatal, marcan un límite. Igual es evidente que ni la Constitución ni mucho menos cualquier otra ley, son un límite a la Cnte. Desde luego la niñez, como la parte más sensible y afectada por el caos educativo, tampoco lo es. La actividad productiva y económica, menos.
¿Y entonces?, pues nada, que aunque parezca cinta de terror, todo apunta a el único límite que conoce la temible Cnte, es su propia conciencia. Sí, esa conciencia a la que apeló el presidente López Obrador, dado que éste es incapaz de aplicar la ley contra sus históricos aliados, es lo que parece más cercano a un dique a las acciones depredadoras y criminales del sindicato.
Y es de terror, porque si ni la ley ni ninguna instancia gubernamental tienen los arrestos para impedir la brutal agresión centista contra la sociedad, pues todo se reduce a esperar un acto de concientización de sus líderes. La ciudadanía debe hacer entonces changuitos para confiar en que un halo divino ponga una dosis de conciencia en un sindicato que se ha caracterizado justo por la antítesis: la inconciencia, la sinrazón y la insensatez.
En el fondo, sí habría un límite a la Cnte, pero nadie es capaz de impulsarlo: el día que se les deje de pagar a sus miembros mientras no trabajen, mientras no desquiten el salario, ese día comenzarían a cambiar las cosas. Y es que no parece haber duda que así como el único aliciente que tiene el magisterio es el dinero, el mismo dinero, o la retención del mismo, sería el único límite.
Pero eso, ya sabemos, es sueño imposible. Lo que ningún nivel de gobierno entiende, es que cada pago salarial no devengado es una dosis de vitamina para la mafia centista. Así, ésta engorda y se fortalece con cada movilización, porque invariablemente culmina con sus alforjas más llenas.
Sin duda, gobierno y sociedad en México padecemos un masoquismo burdo: nos gusta que nos violenten, “amamos” a nuestros depredadores, y tan nos gusta y tan los amamos, que hasta les pagamos. Es el México al revés.