No existe una amenaza más peligrosa para la civilización, que un gobierno de incompetentes, corruptos o viles.
Ludwig von Mises (1881-1973) Economista austriaco
En el poder público se han cometido a lo largo de la historia cualquier cantidad de aberraciones, producto de componendas, corrupciones o simplemente estupideces ligadas a la ignorancia. De hecho, podemos decir que las medidas en ese tenor son la constante, históricamente hablando.
Pero si este lunes los ministros de la Corte llegan a designar a Yasmín Esquivel como su presidenta, el hecho competiría en automático por el «galardón» a la mayor obsenidad de la vida pública mexicana.
Calificar de vergonzosa esa sola posibilidad parece ser poco frente a la magnitud del problema. Ocioso hablar a esta alturas de las razones por las que la sola posibilidad de que Esquivel sea presidenta de la Corte, se vuelve ofensivo al más elemental sentido de la ética y la moral públicas. Esquivel es ya, y no veo cómo supere la etiqueta, sinónimo de corrupción, de trampa y de embuste. Y resulta que para su mala suerte, un ministro de la Corte debe caracterizarse justo por todo lo contrario. Inimaginable que alguien con las prendas éticas de Esquivel, pudiera simplemente aspirar a ocupar una silla en el máximo espacio de la judicatura. Ya ni hablar de presidirlo.
Pero…siempre hay un «pero»: esto es México, esto es el poder judicial mexicano y esto es la 4T. Así que nadie se diga sorprendido si este lunes, por aberrante e indignamente que parezca ahora, la Corte comienza a ser dirigida por una mujer. El problema, claro, no es que sea mujer, sino una que es prototipo de la corrupción.
De salir electa Yasmín Esquivel presidenta este lunes, en adelante cualquier aberración será considerada normal en la actividad pública de México.
Menudo lío el de los ministros: optar por designar a Esquivel, y de esa forma atender la demanda del presidente López Obrador, o actuar con decoro y dignidad mínima. Veremos qué camino toman. Y a la pesadilla ya sólo le quedan 638 días.
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