Si hablas te bajan el sueldo, te amenazan con no jugar, con relegarte a la segunda división
David Izazola, ex jugador de Pumas
El Sistema de Administración Tributaria amaga con poner marcaje personal a los equipos profesionales de futbol en México, y si en verdad va a fondo, lo único que saldrá a flote es la completa evasión fiscal en la que incurren lo mismo los dueños de los clubes que los entrenadores y jugadores.
El futbol mexicano es el paraíso no sólo por los altos salarios que se pagan, sobre todo en la primera división –aunque no son para nada desdeñables los de la división llamada de ascenso y aún los de la segunda división-, sino porque aquí no se paga impuestos. O si se paga, es en una mínima proporción en relación a los ingresos reales, de empresas y deportistas.
Empero, por supuesto que el gobierno y su brazo fiscal, el SAT, siempre lo han sabido, pero ahora se dice sorprendido porque un técnico, Guillermo Vázquez, destapó la cloaca al denunciar los dobles contratos antes de renunciar al Veracruz.
Pero resulta que los dobles contratos son el pan nuestro de cada día: los técnicos y los jugadores firman uno por una cantidad de dinero muy inferior a la que realmente percibirán, en un aproximado del diez por ciento. Y dicho contrato se registra ante la Federación Mexicana de Futbol. Por supuesto, de ese contrato el jugador sí paga impuestos, la empresa se los retiene como a cualquier asalariado o bien el jugador los paga directamente al SAT en sus declaraciones anuales.
Por “fuera”, y regularmente en efectivo, los clubes pagan alrededor del noventa por ciento del salario real. Al ser en efectivo, obviamente no hay rastro alguno y por ende no hay obligación legal de pagar ningún impuesto.
Y que los clubes puedan pagar millonarias cantidades en efectivo, habla de que también ellos hacen los grandes negocios así, en efectivo, sin huella administrativa alguna, y/o que evaden brutalmente el fisco y pueden darse el lujo de pagar salarios de varios ceros bajo el mismo mecanismo.
Ello explica porque a nadie parece interesarle clarificar y poner orden en ese fenómeno de los dobles contratos, dado que a todos conviene.
No debe olvidarse que los propietarios de los clubes, casi todos poderosos y ligados al poder público, han gozado de ese tipo de prebendas y canonjías por ser parte del “gran capital”, si lo vemos en términos financieros. Por eso no es fácil aceptar que el gobierno, vía el SAT, pretenda meterse hasta la cocina en el negocio del futbol. Es demasiado poder el que se encierra en una cancha de futbol.
Seguro el SAT tomará algunos chivos expiatorios, dará débiles manotazos en la mesa para cubrirle el ojo al macho, y asunto arreglado. Todo seguirá igual. Si no, al tiempo.