La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano
Dwight D. Eisenhower (1890-1969) Presidente de Estados Unidos
Como todo gobierno, el de Silvano Aureoles tuvo claroscuros, resultados disímbolos, éxitos y fracasos. Claramente el rubro de seguridad, por ejemplo, debe ser ubicado en el lado deficitario, al margen de que en su análisis deban incorporarse factores externos como la nula participación federal. El renglón educativo queda en una especie de limbo, igualmente de muy compleja evaluación, que ya haremos por separado.
Y en el otro lado de la balanza, el rubro financiero sobresale. Es de los pocos que no se analizan subjetivamente, sino con base en números y estadísticas. Y ahí no hay mucho margen para el debate: en octubre de 2015, el gobierno de Aureoles abrió con una deuda que le heredó su antecesor, por 30,466 millones de pesos. El monto incluye deuda bancaria y no bancaria. La entregará a su sucesor en 25,172 millones, es decir, 5,294 millones menos.
Contra viento y marea, pudo pagar a tiempo prácticamente todo el sexenio sus compromisos laborales con sus trabajadores y con los del sector educativo. Apenas la segunda quincena de julio constituyó la primera ocasión en que se retrasó. Cierto, en el primer tramo de la administración, Aureoles encontró un inusitado respaldo financiero del gobierno de Enrique Peña Nieto, pero a partir de diciembre de 2018 no ha habido ningún tipo de recurso fuera del ordinario.
A la Universidad Michoacana el gobierno estatal le ha canalizado puntualmente sus partidas presupuestarias ordinarias. Las extraordinarias, a las que no está obligado, las ha hecho llegar cuando las condiciones lo han permitido. Con municipios es imposible hablar de una entrega de recursos puntual, por la sujeción a las partidas federales, pero en general no ha habido reclamos importantes en ese sentido.
Y a contrapelo del propio gobierno federal, el michoacano ha destinado la mayor parte de recursos disponibles a tratar de contener la pandemia del covid-19. Que la entidad no encabece la lista negra en los peores resultados en ese aspecto, así lo evidencia.
La obra pública no ha sido la principal característica del gobierno silvanista. Eso está claro. Es mínima. La ampliación del Centro de Convenciones y el paso a desnivel en la salida a Mil Cumbres, en Morelia, pueden ser las dos más importantes obras, pero no mucho más.
Pero lo peor que puede pasar es que un gobierno no haga obra pública y encima se endeude. Eso fue lo que pasó por ejemplo con los de Lázaro Cárdenas Batel y de Leonel Godoy. Aureoles no presumirá mucha obra pública, pero sí que no aumentó la deuda de la entidad. De hecho, la redujo. No es cosa menor.
Que Carlos Maldonado sea el único integrante del gabinete original de Aureoles, que cerrará en su mismo cargo, no es casualidad. Fustigado por no pocos de sus propios compañeros de gobierno, por lo difícil que resultó siempre arrancarle una firma de autorización en el manejo de los presupuestos, Maldonado ha gozado de todo el respaldo del gobernador, porque siempre entregó buenas cuentas.
La ventaja que dan los números: son fríos, medibles.
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