Es más fácil criticar a los que mandan, que mandar a los que critican
Revista La Codorniz
Que el presidente López firme y anuncie la cancelación de exenciones de impuestos a los ricos, suena bien, es plausible; empero, que lo haga casi de manera simultánea con otro anuncio, el de que les condona a sus paisanos tabasqueños el pago del servicio de energía eléctrica que por 25 años han dejado de cubrir, vuelve injusta la medida.
Bajo ningún principio, muchos menos el de la justicia al que él suele apelar un día sí y otro también, puede justificarse, ni siquiera entenderse, las decisiones gubernamentales que contemplan canonjías para un grupo poblacional.
Su justificación para medidas elitistas como las dos señaladas, se basará en que eliminar exención de impuestos afecta sólo a los ricos, en tanto que regalar la luz va dirigida sólo a los pobres; pues aunque ello fuera cierto, aún así hay una profunda injusticia.
Las empresas de millonarios que no pagan impuestos, tanto porque los evadan como porque el propio fisco se los condone, están incurriendo en actos de corrupción; pero el más de medio millón de tabasqueños que por años no han pagado la luz, igualmente están cometiendo hechos de corrupción.
¿Dónde está entonces la diferencia?, pues en ninguna parte, a menos que nos quedemos con el mensaje lopez obradorista de que la corrupción la cometen sólo los ricos, en los pobres se llama “irregularidad” producto de la ignorancia o la pobreza misma.
El problema de fondo es que López Obrador sinceramente está convencido de que ese modelo es válido, porque ya sabemos que es un seguidor de la premisa anarquista, demagógica y propia de los dictadores, de que ante una disyuntiva entre lo justo y lo legal, es preferible optar por lo primero, y mandar al diablo a la ley.
He ahí el quid del asunto: otra vez, la ley por debajo de “lo justo”. Es López Obrador.
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