El que no se atreve a ser inteligente, se hace político
Enrique Jardiel Poncela (901-1952) Escritor español
El asesinato, a plena luz del día y en céntrica avenida moreliana, del diputado Erik Juárez Blanquet, no hace sino confirmar el estado de terror y de absoluta inseguridad y violencia desatada que vive México, y al cual evidentemente no escapa Michoacán; no tendría porqué.
Al menos, en esta ocasión todo apunta a que no habrá impunidad, si se considera la oportuna reacción de las policías Estatal y Municipal, que en cosa de minutos lograron detener a dos sujetos, presumiblemente los autores materiales.
Faltará que ahora la Fiscalía de Justicia del Estado realice una eficiente investigación para dar con la otra mitad de la parte responsable del crimen: él o los autores intelectuales.
Pero que se detenga y eventualmente se esclarezca el móvil del asesinato, sólo será una parte, importante sí, pero parcial, de lo que el Estado mexicano está obligado a hacer en materia de lucha contra la criminalidad.
La otra, por supuesto, es combatir en sí la desatada y en apariencia incontrolable ola de criminalidad que azota al país, justamente para evitar o, al menos, reducir los niveles de violencia.
Como sea, el asesinato del diputado mitad perredista y mitad morenista, evidencia que para la criminalidad no hay límite de ningún tipo, ni de los blancos de ella ni de las circunstancias en que se presentan los hechos: reitero, al medio día en concurrida vialidad de la capital.
El asesinato deja en claro, pues, que además de que los crimínales se sienten a sus anchas a la hora y en el lugar que sea para cometer sus fechorías, el Estado responde solo a medias: lo hace en este caso bien una vez consumado el delito, implementando un eficaz operativo para detener a los crimínales, pero volvió a fallar en el rubro de la prevención.
Y al hablar de prevención me refiero a esquemas de políticas públicas en ese sentido, no al caso particular del asesinato de este martes, porque claramente lo que no funcionan son esquemas sistemáticos de seguridad en las calles, que puedan inhibir los delitos. No los eliminaría jamás, pero sí es altamente probable que los reduzca, y eso ya sería ganancia.
Un magnicidio, otro más en Michoacán que enturbia el ya de suyo contaminadísimo ambiente social. Al menos, ya que son un fracaso las políticas públicas de seguridad, veremos si las de procuración de justicia dan resultado.
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