La corrupción raras veces comienza por el pueblo
Montesquieu (1689-1755) Filósofo francés
Sólo en México, sólo en Michoacán, puede tener cabida que el Gobierno no únicamente tolere, sino que financie con recursos públicos a sus depredadores, a sus victimarios, al crimen organizado que le mantiene sometido.
Eso es justo lo que sucede con el Gobierno y el sector magisterial, incluido en él a sus fuerzas básicas, los matriculados en las escuelas normales, que constituyen hoy un problema de seguridad nacional.
Que en el caso concreto de los normalistas de Tiripetío, su conducta histórica ha estado del lado de la criminalidad, no significa que no deba seguirse insistiendo y machacando en calificarlos como delincuentes, ni en subrayar la paradoja de que sus dos víctimas, la sociedad y el propio gobierno, le financien sus actividades delictivas.
¿O de qué otra forma puede denominarse lo que sucede con los delincuentes disfrazados de estudiantes de Tiripetío? Veamos: tienen acceso gratuito a un inmueble donde se les garantiza comida y techo durante los cuatro años requeridos para que se les regale un título, que a su vez les garantiza un sueldo más que decoroso de por vida, trabajen o no, incluido en ese paquete de beneficios la cobertura de salud y bonos y prestaciones verdaderamente obscenos por exagerados; todo ello, huelga aclarar, con recursos que maneja el gobierno pero que salen de los impuestos de los pocos que sí los pagamos.
Pero si alguien supone que una vida ideal como esa lo que produciría sería sino gratitud, sí al menos el compromiso de no atentar contra quienes sufragan esa vida de reyes que llevan, pues en menuda equivocación se está, porque esos normalistas son los principales victimarios del gobierno y, peor aún, de la sociedad.
He ahí, claramente, un caso de masoquismo: el Gobierno le paga a sus atracadores, obvio, porque tampoco es propiamente dinero suyo, pero resulta que el dueño, el ciudadano que paga impuestos, no puede hacer nada para evitarlo, vaya, nadie siquiera le pregunta si está de acuerdo en tirar su dinero de esa forma.
Hoy, los “tiris” tienen en su poder decenas de vehículos propiedad de quienes pagan su manutención y luego les pagarán de por vida sus salarios, ante la complacencia del gobierno, la otra víctima. ¿Cómo se llama eso?, pues en el pueblo tienen sociedad y gobierno un calificativo soez, aunque justificado y aquí no propio de ser publicado; dejémoslo en masoquismo.
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