La política no es el arte de lo posible, sino en elegir entre lo desastroso y lo desagradable
J.K. Galbrath (1908-2006) Economista canadiense
La venganza y la aplicación de la justicia por propia mano es un fenómeno que parece no tener límite en sociedades como la nuestra, donde el Estado de Derecho es lo mismo que nada y la impunidad reina sin rubor alguno.
Si bien siempre se han presentado, este año parece estar desatados los linchamientos de presuntos o verdaderos delincuentes, lo mismo en Oaxaca que en Hidalgo o en Puebla, y ahora en Michoacán.
Sin ser tampoco privativos de ellos, es claro que no es coincidencia que esos hechos tengan prevalencia en estados con mayor grado de subdesarrollo cultural, educativo y económico
Este fin de semana, cuatro jóvenes aparentemente del Estado de México, fueron quemados vivos en la comunidad de Cresencio Morelos, del oriental municipio de Zitácuaro, luego de que éstos habían asaltado un negocio y se habían llevado en calidad de secuestrada a una menor de edad; los lugareños fueron tras ellos y los asesinaron, sin siquiera pensar en la posibilidad de entregarlos a la Policía.
Hace bien por supuesto el gobernador Silvano Aureoles al advertir que aplicará la ley a los policías de cualquier nivel que hayan sido omisos en su obligación de intentar rescatar de la turba airada a los supuestos delincuentes; como titular de un poder público está obligado a meter en la cárcel a esos policías.
Empero, tampoco puede soslayarse la parte de razón que le asiste sin duda a la población agraviada por la impunidad, y que por ello toma la justicia en sus propias manos; es un hecho que dado que el secuestro de la menor de edad no se materializó, debido a que fue dejada en libertad por los delincuentes cuando se vieron copados por la muchedumbre, éstos hubieran sido dejados en libertad por el juez en cosa de días, de haber sido entregados a la autoridad, gracias al nefasto Nuevo Sistema de Justicia Penal.
No se justifica, pero se entiende la reacción popular para con esos cuatro delincuentes; para que este tipo de macabros hechos no se repitan, el poder público tendría que mejorar el marco legal y, sobre todo, tendría que garantizar eficacia en la prevención de la inseguridad y en la procuración e impartición de justicia.
Como ello no se da, ni se ve que pronto vaya a darse, lamentablemente seguirán presentándose linchamientos a diestra y siniestra. Repito, no son justificados, pero sí explicables, desgraciadamente. Al tiempo.
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