La mayoría de las veces que se lee sobre política, debe admitirse que cada partido es mejor que el otro
William Rogers (1913-2001) Político norteamericano
Carlos Loret está convertido, cada vez más, en el mayor contrapeso al autoritarismo del presidente López Obrador y a los abusos y corrupciones de la 4T. Ni los poderes legislativo y judicial, ni los órganos autónomos, ni los partidos políticos, ni los sectores empresarial o intelectual, han logrado la dimensión alcanzada por el periodista en ese sentido.
Loret ha convertido su rol de periodista en la verdadera piedra en el zapato de la 4T y por supuesto del presidente. Su trabajo ha sido como la gota continua que ha ido socavando a un gobierno autoritario. No es el único, cierto, pero sí el más efectivo.
Lo poco o mucho que López Obrador haya visto menguar su solidez como presidente, en buena parte la debe al periodista yucateco y su manejo de información reveladora de las debilidades gubernamentales. Alguna parte de ese trabajo es propio, producto de investigaciones periodísticas; otra parte es información que le es filtrada, pero ello también tiene un mérito: si se le hace llegar es por el grado de confianza que genera y por la fuerza mediática que representa. Los videos, documentos, audios, fotografías, oficios que ha difundido a lo largo del gobierno lopez obradorista, han ido pegando en la línea de flotación de éste, a grado tal que su desgaste no puede entenderse sin la “aportación” del comunicador.
Apenas este jueves Loret volvió a la carga y con un misil marca diablo: difundió el hackeo del que fueron objeto los sistemas de cómputo de las fuerzas militares, a través del cual circulan informes tan delicados como la quebrantada salud del presidente, oficios de altos mandos castrenses con relación al culiacanazo, disputas entre los titulares de Marina y la Defensa, entre muchos otros rubros de alta trascendencia.
Loret ha entendido que la vía más eficaz para que un periodista contribuya a la salvación de su país, cuando éste es llevado directo al precipicio, como es ahora el caso, es haciendo uso de su herramienta, el periodismo, sin cortapisas ni dobleces. Loret está convertido en un activista del periodismo, y en hora buena por ello.
Eso sí, es evidente que por el talante autoritario del presidente y de su gobierno, Loret está sentado en un barril con pólvora. Incluso no es exagerado advertir que su vida puede estar corriendo peligro. Un régimen arrinconado es peligroso en grado extremo, más si es un régimen autoritario, y el presidente ya ordenó a los suyos que, “cueste lo que cueste” debe ganarse la elección del 24, y que cada quien entienda lo que quiera con esa orden.
Mis respetos para Carlos Loret. Su trabajo está dejando muy atrás la de por sí grave responsabilidad como periodista, para trascender a la del auténtico contrapeso de un régimen autoritario. No me queda sino aplaudirlo, y respaldarlo, claro. Y a la pesadilla todavía le quedan 732 días. twitter@jaimelopezmtz>
