El verdadero costo de la corrupción en el gobierno, es la pérdida de la confianza pública
Mike Quingley (1958-?) Político norteamericano
Alfredo Ramírez Bedolla hace una apuesta de alto riesgo al comisionar a Gabriela Molina para que se haga cargo de la Secretaría de Educación, en sustitución de Yarabí Ávila.
Más allá de un amplio paso por el servicio público en diferentes tareas, es indudable que Molina carece de cualquier tipo de experiencia en el campo educativo. En ese sentido, la del gobernador es una apuesta a ciegas. Él asegura que Molina es honesta. No hay elementos para dudar que así sea, aunque claramente eso no es suficiente.
La regla lopezobradorista de noventa por ciento honestidad y diez por ciento eficacia, parece haber regido en la designación de Molina. Insisto, a menos que alguien pruebe lo contrario, debemos dar por sentado que esa prenda es válida. ¿Y la capacidad?
Pues ese será justo el principal reto de Gabriela Molina: hoy no alcanza con la honestidad, menos en una área como la SEE. Eficacia y capacidad resultan imprescindibles. No son una u otra. Ambos factores deben ser complementarios, pero solo ella está en posibilidades de justificar que, amén de probidad, tiene con qué dar resultados.
Y al hablar de resultados, hay que advertir que éstos no solo tienen que ver con mantener a raya a los voraces sindicatos del sector, en un camino que, hay que reconocerlo, inició su antecesora Yarabí Ávila, sino también con profundizar políticas públicas orientadas a mejorar sistemas pedagógicos, actualizar herramientas de enseñanza, revisión de libros de texto, entre otros varios renglones más.
No es tarea fácil, pero Molina deberá demostrar que si Bedolla la designó no es únicamente por su noventa por ciento de honestidad, sino por otro cien por ciento de talento, responsabilidad, eficacia y capacidad. Bedolla apostó por ella. Es apuesta de alto riesgo, pero de ella dependerá que se vuelva apuesta sensata y productiva. Veremos. Y a la pesadilla todavía le quedan 664 días.
twitter@jaimelopezmtz
