Fue una tormenta en un vaso de agua, pero nosotros los políticos navegamos en barcos de papel
Harold MacMillan (1894-1986) Político británico
Raúl Morón está comenzando a recorrer el peligroso camino que siempre, invariablemente, parece que tienen que transitar los gobernantes, en cualquiera de los niveles del poder público: el camino del borrón y cuenta nueva, respecto de lo que hizo el antecesor.
El político mexicano da por hecho que sólo él tiene la verdad y la iluminación para sacar adelante a sus gobernados y que, por tanto, quien le antecedió es un profundo ignorante, cuando no un corrupto ignorante, por lo que es obligado reinventar el gobierno cada cambio de administración.
Por supuesto es válido y deseable que cada gobernante impulse sus propios programas y materialice su visión de la administración pública y de lo que más conviene a la sociedad, pero no al grado de borrar todo, y todo es todo, lo que huela al antecesor.
Ese mal parece estarse incubando en Morón: se negó a recibir el túnel y el ramal Camelinas, obra apoyada por el ayuntamiento de Alfonso Martínez; hizo mutis ante la invasión de comerciantes ambulantes en el Centro Histórico, como para marcar una diferencia con Martínez; anunció la cancelación del programa de becas a jóvenes estudiantes; hizo cera y pabilo del proyecto de desarrollo llamado Morelia Next. Eso, hasta ahora, apenas en cuarenta y cinco días.
¿En verdad todo cuanto hizo el anterior ayuntamiento debe irse a la basura?, ¿nada hay rescatable? En la lógica moronista, parece que no. El problema es que en tres años, seguro quien suceda a Morón arrasará con los programas de éste, sin dejar que maduren. Ese es el gran problema del gobierno en México, que nada aterriza, que nada se deja fructificar, porque nadie es capaz de mantener nada del antecesor, cada tres o seis años es empezar de cero. Por eso estamos como estamos.
La capacidad de un gobernante radica en saber qué iniciar, qué corregir y qué mantener de lo que encuentra al llegar al poder. Imposible que todo esté bien, cierto, pero igual imposible que todo esté para echarse por la borda y partir de cero, siempre de cero.
El nivel de capacidad para encontrar ese equilibrio, pinta a un político. Veremos de qué está hecho Morón.
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