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Gabriel García Márquez (1927-2014) Escritor colombiano
Ante el evidente y peligroso incremento en los casos de Covid-19 registrado en los últimos días en Morelia, es claro que la autoridad, tanto estatal como municipal –ya se sabe que con la federal de todos modos no se cuenta-, debe asumir una postura más exigente y restrictiva para contener el relajamiento que se ha dejado sentir entre la población en torno a las medidas preventivas.
Específicamente, hay al menos tres factores decisivos para entender por qué en Morelia se ha dado este incremento sostenido de casos: las movilizaciones sociales, la necedad por mantener un nivel de festejos como si estuviéramos en plena normalidad y el transporte público.
En efecto, apenas durante el mes de abril se mantuvieron limitadas las movilizaciones sociales, marchas, plantones, tomas de edificios públicos, y el larguísimo etcétera que ya conocemos. Pero normalistas, centistas, sueumistas y hasta aficionados a Monarcas, a mediados de mayo reiniciaron “actividades” en las calles, con concentraciones masivas sin ningún tipo de protecciones sanitarias.
Y ni hablar de la estúpida necedad de organizar festejos en domicilios particulares bajo cualquier pretexto, lo mismo en el Día de la Madre que por el aniversario de la ciudad y ahora por el Día del Padre. Excusas nunca faltan en ese sentido.
No es casualidad, entonces, que ese tipo de concentraciones, por supuesto no esenciales, hoy estén arrojando un peligroso disparo de los índices de contagios en Morelia. Los números no mienten.
Diferente es el caso de la necesidad de trasladarse en el servicio público para mucha gente. Es una actividad esencial esa sí, pero que se ha asumido sin ningún control ni exigencia por la autoridad.
A la luz, pues, de los números, es urgente que tanto el ayuntamiento como el gobierno del estado apliquen medidas restrictivas como impedir movilizaciones sociales mientras los contagios no mermen. Cierto, se limitaría un derecho, pero en la balanza se justifica por tratarse de una contingencia sanitaria de elevadísimo nivel de riesgo. Y en el caso del transporte público, debe implementarse un operativo absolutamente drástico que verifique que los conductores trabajen con cubre bocas y que los usuarios, además de ello, no suban en un volumen superior al treinta por ciento de la capacidad de la unidad, para preservar una distancia elemental entre ellos.
No hacerlo así, llevaría a una extensión peligrosa en el tiempo de alcanzar los picos de la pandemia. Es momento que el gobierno se olvide de dobleces y asuma su papel rector en este fenómeno sanitario. Veremos.
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