En política todas las victorias son efímeras, y todas las derrotas son provisionales
Manuel Fraga Iribarne (1922-?) Político español
Es entendible que Raúl Morón pretenda erigirse en el referente de los alcaldes morenistas de Michoacán. Es además lógico: gobierna la capital, la ciudad más importante del estado y todos los demás alcaldes, casi en automático, se tienen que plegar.
Pero si busca desde ya ese liderazgo, bien le vendría una dosis de serenidad y frialdad al tomar decisiones: este lunes, anuncia que el fin de semana los alcaldes morenistas han acordado “no pagar” el impuesto ecológico relativo a la recolección y tratamiento de basura, recientemente aprobado por el Congreso del Estado, para ser aplicado por la Secretaría de Medio Ambiente de la administración silvanista. Además, informa, los ediles morenistas han decidido presentar una controversia constitucional ante dicho gravamen.
Morón no puede estrenarse en la posición de líder de ediles, con un serio traspiés: si bien su declaración de guerra al gobierno de Silvano Aureoles, al ondear la bandera de la insurgencia fiscal morenista, es política y mediáticamente vendible, al victimizar la figura de los “pobres” alcaldes hostigados por el ogro estatal, el argumento se deshace en un santiamén porque no tiene sentido ni lógica alguna.
Primero, porque la postura está fuera de lugar: la obligación de pagar un impuesto por el manejo de la basura no es ni para los recolectores ni para los ayuntamientos, menos para la población, sino para los empresarios que manejan, por concesión, dicho servicio. Por ejemplo, en Morelia hay una empresa que se responsabiliza –bastante mal, por cierto- de ese servicio; luego entonces es ella la que deberá pagar diez centavos por cada kilo de basura que deposite en los rellenos sanitarios del municipio.
Pero Morón trata de vender la idea de que será el ayuntamiento el que deba pagar, incluso anticipa una cifra: alrededor de veinticinco millones de pesos. Es falso. Sí lo tendrán que hacer al menos un centenar de gobiernos municipales, que no tienen concesionado el servicio, pero en todo caso es justo, dado que incumplen con las más elementales normas ecológicas.
Por eso, el alcalde moreliano tiene que ser absolutamente preciso en su postura: defiende los intereses de los morelianos y del medio ambiente, o el de los demás alcaldes morenistas, cuya mayoría sí deberá pagar ese impuesto. Morón no tiene ese problema, luego entonces, no le viene asumir una postura de caudillo que sale en defensa de los demás municipios. Además, flaco favor se hace a sí mismo al enviar señales de que minimiza la preservación del medio ambiente, en aras de consolidar su proyecto político personal, el del 2021.
Más sensato es el paso de recurrir a la justicia federal, para que dirima a quién corresponde la razón en el tema del impuesto ecológico, si al estado o a los municipios renuentes. Es un derecho de todo gobierno buscar esa protección cuando considera ser víctima de un abuso por otro nivel gubernamental.
Por eso, me parece que Morón debe medir sus pasos en su nueva faceta de líder de alcaldes morenistas, como aduana obligada de cara al 21, y no caer en estridencias mediáticas que le pueden ser contraproducentes. El caso del impuesto a la basura es una apuesta muy arriesgada, por cara y por el altísimo rango de posiblidades de que lo pierda: cayó en una desinformación, con o sin dolo, e ir contra la ecología suele producir sonoros reveses.
Va iniciando su ruta al 21. No lo hace bien, pero puede recomponer. Veremos.