En todos los hombres está presente la corrupción: sólo es una cuestión de cantidades
Carlo Dossi (1849-1910) Escritor italiano
El alcalde Raúl Morón está doblemente obligado a transparentar la contratación de la o las empresas que renovarán los focos del sistema de alumbrado público de la ciudad.
¿Y por qué doblemente obligado? Bueno, pues primero porque así lo establece la ley y segundo, porque en esencia, el programa no varía del programa que pretendió echar a andar su antecesor Alfonso Martínez, incorporando a la iniciativa privada a la prestación del servicio de alumbrado público, y a éste le fue imposible materializarlo por la férrea oposición que encontró sobre todo en Morena.
Cierto, el programa de Martínez era de más largo plazo, y por tanto tenía que pasar por el tamiz del Congreso del Estado. Ahí se paró en seco, porque además del dique que encontró entre morenistas, también sus ex correligionarios panistas se encargaron de cobrarle la afrenta de haberles ganado la alcaldía moreliana fuera de su partido, boicoteando el proyecto, con Carlos Quintana a la cabeza.
En particular el argumento de Morena fue que el ayuntamiento debe hacerse cargo de brindar los servicios municipales de la ciudad, no echar mano del sector privado, y por otra parte, que subir a éste huele siempre a corrupción, a moche.
Ahora, Morón, que llegó a la Alcaldía por las siglas de Morena, se enfrenta al mismo dilema: incorporar o no a la iniciativa privada a la dotación de los servicios públicos, en este caso el alumbrado. Es una estupidez el planteamiento, pero es premisa ideológica de Morena, que suele plantear posiciones así de estúpidas. Por supuesto que es lógico, y necesario, que los gobiernos se alíen con el sector privado para cumplir compromisos y programas. Hoy, Morón está comprobando en carne propia que una cosa son las posiciones absurdas de la izquierda retrógrada, y otra muy diferente las necesidades y la realidad de ser gobierno.
Por eso, por provenir de Morena, Morón está entonces doblemente obligado a ser transparente en la contratación de la empresa que cambie más de setenta mil lámparas por focos de tecnología ahorradora de energía, para ser congruente, amén de la obligación legal implícita.
No deja de llamar la atención que Morón toma la experiencia de Martínez, y para no arriesgarse a que en el Congreso le paren su proyecto, lo recorta en el tiempo y sólo será por los tres años de su gestión. Empero, y dada la historia y los antecedentes de siempre del servicio público mexicano, la interrogante es obligada: ¿qué garantiza que el alcalde no ajusta a tres años su programa, sólo para asegurarse que nada le impida recibir el tradicional “moche” o diezmo? En realidad, nada, todo queda a un asunto de fe, y desde luego no hay ningún elemento sólido para meter las manos al fuego por su honorabilidad.
Ese es el problema, que todo queda sujeto a la buena fe. De ahí, pues, que Morón no debe dejar dudas en esta, su primera prueba de fuego en términos de transparencia, cualidad que, hay que decirlo, tampoco parece que haya sido su aliada a lo largo de su carrera. Veremos.