La democracia es una broma griega
Carlos l de Inglaterra (1600-1649). Rey de Gran Bretaña
Raúl Morón tiene frente a sí un reto que marcará su gobierno: cómo encarar, y ojalá, resolver de fondo, el problema llamado Ooapas.
El organismo se mantuvo más de dos meses en huelga, toda la recta final de la administración de Alfonso Martínez, y apenas el viernes anterior llegó provisionalmente a su fin, al alcanzar la nueva autoridad y el voraz sindicato un acuerdo previo para reanudar las actividades, a reserva de echar a andar las negociaciones para buscar una solución de fondo.
La aceptación de levantar la huelga para iniciar la revisión de las exigencias sindicales, puede o no ser un buen síntoma: sí lo es, si no fue resultado de una aceptación de la autoridad de ceder al chantaje al que le tiene sometido la mafia sindical; y no, si el nuevo director del Ooapas va con la consigna de volver las cosas a su estado original, es decir, devolverle a los sindicalizados todas sus ofensivas y leoninas canonjías.
El organismo paramunicipal ha llegado al punto de total quiebre financiero, resultado sobre todo de los salarios injustificados que paga, en promedio cuatro veces mayores que los que perciben los empleados municipales; los bonos ofensivos que tienen sus sindicalizados; las prestaciones de locura, que incluyen desde un seguro ¡contra secuestro!, hasta vacaciones de noventa días, pasando por que los empleados no pagan un centavo por el agua que consumen en sus domicilios, y sin soslayar el “menor” hecho de que hay una plantilla de 700 empleados, números redondos, cuando en realidad se ocupan no más de 300. Así, no hay empresa que aguante, sea privada o pública.
Alfonso Martínez hizo lo correcto: paró en seco al voraz sindicato, lo que explica la huelga. No cedió al chantaje. Morón debe mantener la misma posición intransigente, porque cada milímetro que ceda al sindicato, va en merma de las ya de por sí deplorables finanzas del Ooapas.
El pasado sindical de Morón no parecen ser el mejor augurio, menos combinado con la posición populista y demagógica que caracteriza a Morena. Es deseable que el nuevo alcalde entienda que su papel es velar por los intereses de Morelia, no de un rapaz sindicato, y hacerlo significa contener a éste en su insaciable sed de poder.
Morón es, antes que nada, el vigilante de los intereses de Morelia, incluso su pasado y sus ligas con el populismo de Morena debe hacerlos a un lado. Veremos si es capaz de ello.
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