Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto
Georg C. Lichtenberg (1742-1799) Científico alemán
La declaratoria de validez que hizo el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, respecto de la elección para gobernador de Tamaulipas, que le permitirá a Américo Villareal asumir el cargo el próximo sábado, consolida un criterio absolutamente peligroso y perverso: ya no importa violar la ley ni financiar campañas con dinero del crimen organizado, al final de cuentas los organismos electorales prefieren darle prioridad a argucias legaloides y volver la mirada a otro lado, antes que echar abajo una elección pese al cúmulo de evidencias oscuras que haya, sobre todo si el posible perjudicado es del partido en el poder.
Dicha resolución del Trife «normaliza» las narco elecciones en México, no en Tamaulipas, lo que abre la puerta a que en el Estado de México y en Coahuila, el próximo año, se desaten aún más los financiamientos inmorales y el descarrilamiento de candidatos por amenazas del crimen organizado. Y luego, la madre de todas las elecciones en la historia del país: la presidencial del 24.
Es evidente que cada vez es más cínica y burda la vinculación del crimen organizado con los políticos. No es nuevo, cierto, pero sin duda ya ha llegado al nivel del descaro. Ya ni siquiera hay que cuidar las formas: de cualquier forma, el Trife no se atreve a sancionar a ningún peso completo, menos si trae la camiseta cuatroteísta.
Lo de Tamaulipas rebasó todo antecedente, y ya es mucho decir en un país como el nuestro, donde las narco elecciones se han enquistado: el dinero del huachicol ganó la elección y Villareal no tendrá empacho ni rubor alguno en asumir como gobernador el sábado.
De terror a lo que hemos llegado. Las narco elecciones llegaron para quedarse y es claro que esta generación no alcanzará a ver un cambio. Y a la pesadilla todavía le quedan 733 días.
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