El Estado es la gran ficción mediante la cual unos tratan de vivir a expensas de los otros
Fréderic Bastiat (1801-1850) Escritor francés
No parece haber duda que en México esté instaurado un narco estado, pero no de ahora ni ubicable en un determinado periodo presidencial, sino al menos desde hace cuatro décadas.
Por eso, es una verdad a medias la del presidente López Obrador, al referir que durante el gobierno de Felipe Calderón había un narco estado. Sin duda lo había, como ya lo existía desde los ochenta y como sigue existiendo ahora, y cada vez más acentuado como fenómeno político, social, legal, cultural y policiaco.
¿Qué se entiende por un narco estado? Definiciones hay múltiples, pero acaso el común denominador lo constituya el hecho de que se refiere a un estado en el que el poder público dejó de tener la exclusividad en la conducción política y legal de su sociedad, porque o comparte esa atribución con grupos criminales o de plano la cede a éstos por entero, fácticamente casi siempre.
En esa lógica, está claro que en México hay, efectivamente un narco estado al menos desde la década de los ochenta, con municipios donde no impera el orden legal, sino el impuesto por cárteles de la criminalidad, lo mismo a nivel de gobiernos estatales y del federal mismo. En la mayor parte de los municipios mexicanos, el respectivo alcalde no llega sin el aval, cuando no la imposición, de esos grupos. En buena medida, es difícil entender áreas de seguridad pública y procuración de justicia a nivel de los estados, sin esa connivencia. Los poderes legislativo y judicial también en el ámbito de las entidades, pero en buena medida de la Federación también, pasan por el mismo tamiz de la criminalidad. Eso es de dominio público.
Esa realidad prueba el narco estado que es México, pero no a partir ni hasta el gobierno de Felipe Calderón, sino desde varias administraciones antes. El fenómeno incluso se ha agudizado ahora, al grado de que un presidente saluda entusiastamente a la madre del capo más buscado del mundo y luego ordena a los militares liberar al hijo de éste, y al paso de los meses reitera que lo volvería a hacer. Ese cinismo hace que no se requiera otra prueba para justificar el narco estado que es México.
Entonces, que el propio López Obrador acuse al de Calderón en ese sentido, debe verse como un mero distractor mediático, uno más de los que es experto el presidente, porque en sentido riguroso no habría gobernante alguno en las últimas tres o cuatro décadas, que pudiera lanzar la primera piedra.
El problema es mucho más complejo que la sola acusación entre presidentes y sus antecesores. Es el precipicio al que llevaron al país las decisiones del poder público de prohijar la criminalidad para beneficiarse de ella, suponiendo que siempre estaría bajo control. Hoy, los papeles se invirtieron: es el crimen organizado es que tutela al estado mexicano, el que se ha apoderado por completo del país. Punto. El narco estado en todo su esplendor.
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