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jueves, agosto 7, 2025

NAUFRAGIO A LA VISTA

La descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado

Montesquieu (1689-1755) Filósofo francés

 

jaimelopezA la luz de la ruta que van tomando las cosas, cabe ya sugerir la implementación de una sección denominada Quién es quién en los video escándalos presidenciales, algo así como la inaugurada por Andrés Manuel López Obrador en su mañanera, pero para, según él, refutar las mentiras de los medios de comunicación.

Al presidente ya no le alcanza el control de daños que pretende aplicar a cada video escándalo, luego de que ya no parece haber dudas de que, en materia de corrupción, es exactamente igual que sus antecesores y, en una de esas, versión corregida y aumentada, al menos en su círculo familiar más estrecho, lo mismo que de sus colaboradores.

Y no le alcanza su pretendido control de daños, porque apelar a que difundir videos, como el más reciente de su hermano Martín, solo es producto de la embestida de sus malévolos opositores que tratan de desprestigiarlo, es ya un distractor insuficiente. Como tampoco alcanza que a cada video escándalo el presidente responda ordenando a sus perros sabuesos, la Fiscalía y la Unidad de Inteligencia Financiera, echar a andar órdenes de aprehensión, reales o ficticias, contra políticos del pasado, y como tampoco le alcanza tender cortinas de humo como la consulta popular contra “ex presidentes”.

No le alcanzan esas salidas a López Obrador, porque los videos o los reportajes difundidos particularmente por Carlos Loret de Mola, representan auténticos golpes en la línea de flotación del barco presidencial: la corrupción. Se trata de su bandera, de su compromiso insigne: “yo no soy corrupto y no acepto la corrupción”. Pues resulta que la cantaleta ya quedó rebasada, porque según sus hermanos Pío y Martín, los fajos de billetes que recibían de David León (en realidad del gobierno chiapaneco) eran para “la causa” o de plano “para mi hermano”, y porque además López Obrador se ha negado a que se abra una investigación, siquiera para taparle el ojo al macho.

Y a Pío y a Martín (“martinazo”, para los cuates), añádase a Felipa, la prima contratista; a los hijos que pasaron de no trabajar a ser prósperos empresarios; a Irma Eréndira, de zarina anticorrupción a emblema de la corrupción; a Manuel Bartlett, de traidor a la patria en el 88 a político ejemplar; sin olvidar que el 89 por ciento de las compras y obras autorizadas por la 4T son ausentes a cualquier proceso de licitación.

Cada uno de esos eventos, visto por separado, harían duda de la validez y vigencia del emblema presidencial: la transparencia y la honradez. Vistos en conjunto y apenas a la mitad del sexenio de López Obrador, confirman que lo suyo, lo suyo, es justo lo contrario.

El buque presidencial navega, pues, con tremendo boquete en su línea de flotación, que inevitablemente parece llevarse al hundimiento. No se ve cómo el capitán o alguno de sus oficiales puedan repararlo, sobre todo porque el primero sigue empeñado en negar la avería a la embarcación. El agua comienza a filtrarse por todos lados, pero él insiste en que son cubetadas que le lanza la oposición y que no le causan ningún daño. Así, imposible evitar el naufragio. Al tiempo. twitter@jaimelopezmtz

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