Los políticos son como los cines de barrio: primero te hacen entrar y después te cambian el programa
Enrique Jardiel Poncella (1901-1952). Escritor español
Olvido no, perdón sí, exclama Andrés Manuel López Obrador, al abrir este martes en Ciudad Juárez la serie de veinte foros que ha organizado para, supuestamente, definir la estrategia contra la violencia, la criminalidad y la inseguridad en México.
Pero mientras no defina con precisión meridiana qué significa para él eso del perdón, quedará en penumbras su estrategia anti violencia.
El tabasqueño debe olvidarse de su pose de líder religioso y asumirse como jefe de Estado, que lo será a partir de diciembre. Para un sacerdote, un pastor evangélico o cualquier otro líder religioso, es normal el llamado al perdón para quienes ofenden, porque el perdón es parte de la esencia de prácticamente cualquier creencia religiosa. Empero, un jefe de Estado no puede comprometer perdón para nadie que haya violado la ley o atentado contra otro ciudadano.
Puede, sí, instar a los gobernados a perdonarse entre sí, y ya cada uno de ellos decidirá si acata el llamado, pero el gobierno no puede siquiera acercarse a un presunto borrón y cuenta nueva para los delincuentes.
Como presidente, López Obrador estará obligado a castigar con todo rigor al asesino, al secuestrador, al narcotraficante, al tratante de blancas, al traficante de órganos. Alguien debe hacerle ver que su idea de que tiene la capacidad de hacer que un delincuente se arrepienta y vuelva al camino del bien, es absurda. Si una víctima es capaz de perdonar a su ofensor, perfecto, es decisión personal. El Estado no está para perdonar, está para sancionar.
De ahí la importancia de que AMLO defina qué quiere decir exactamente al llamar al perdón para los delincuentes; debe precisar qué alcances tendrá su pretendida exoneración, a quienes sí y a quienes no beneficiará, en qué condiciones. Si no lo ha hecho hasta ahora, me parece, es porque ni él lo tiene claro. Simplemente fue un dicho de campaña que ahora tendrá que materializar, y es de esperarse que lo haga con sensatez, cualidad no muy proclive a él, pero que en este tema es obligado mostrar, porque el posible perdón que él otorgue a los delincuentes, puede ser su Waterloo…y el de México. Al tiempo.