La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular
Edmound Thiaudiere (1837-1930) Escritor francés
El asesinato del alcalde de Nahuatzen, David Otlica Avilés, es desde luego indignante, pero no tan sorpresivo: es vox populli que detrás del autodenominado Concejo Ciudadano Indígena de ese municipio, el que siempre le impidió al edil siquiera tomar posesión de su oficina en Palacio Municipal, estaría el crimen organizado.
No hay que irse muy atrás para tratar de entender lo que sucede en esa región purépecha: a raíz de la autonomía lograda por Cherán para elegir a sus autoridades y manejar sus programas de gobierno bajo el principio de usos y costumbres, avalado incluso por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la ola “independentista” creció rápido en los municipios indígenas de la meseta.
Pero el evidente éxito de Cherán no era fácil de replicar. En Nahuatzen se crearon concejos ciudadanos en varias comunidades, claramente movidos por la ambición de manejar los presupuestos enviados por el Estado y la Federación, lo que paulatinamente fueron logrando, toda vez que en aras de mantener una gobernabilidad prendida de alfileres, ambos niveles gubernamentales aceptaron tácitamente canalizar a cada comunidad los recursos que legalmente debían ser entregados al ayuntamiento, a partir de septiembre anterior encabezado por Otlica.
Reportes de seguridad estatal establecen cómo células del crimen organizado fueron cooptando al Concejo Ciudadano Indígena, abiertamente conformado por afines a Morena, con la finalidad básica de manejar la corporación policiaca, y que el dinero enviado por el Estado y la Federación para programas ordinarios institucionales, en su mayor parte fue empleado para armar a las guardias de vigilancia creadas para mantener amedrentada y sometida a la población y al mismo alcalde.
Otlica era un alcalde joven, perredista, que cometió el error de ganarle la elección a Morena, bien visto y apreciado por la mayor parte de los habitantes de Nahuatzen, pero no por el sospechoso Concejo Ciudadano Indígena, que bajo el pretexto trillado de aplicar la ley de los usos y costumbres indígenas, ha pretendido todo este tiempo apoderarse del Ayuntamiento, de su presupuesto, programas y policías. Del municipio, en pocas palabras.
Así, apreciado y todo por su población y apoyado por el gobierno estatal, pero el alcalde terminó siendo arrinconado por esa no tan rara suma de fuerzas de grupos intocables: indígenas, morenistas y criminales. De ahí que tampoco pueda nadie sorprenderse del lamentable crimen de Otlica.
Es de esperarse que la Fiscalía General del Estado no se toque el corazón y con una investigación profesional dé con los autores intelectuales y materiales del magnicidio, así lleven acaso éstos la etiqueta de “indígenas”, narcos o morenistas. Es esperanzadora la advertencia del gobierno de Silvano Aureoles: “…el titular del Ejecutivo de Michoacán instruyó apoyar en las investigaciones a la FGE, para que ningún delincuente, al amparo de los usos y costumbres, pretenda romper con la estabilidad y tranquilidad de la Meseta Purépecha”. Veremos.